El día
acaba de forma sorprendente. Los atléticos triunfadores en el Camp Nou apenas
celebran su victoria. No dudo que griten y se exhiban en Neptuno -no voy a
acercarme hasta la fuente de Cánovas para verlo- pero allí por donde me paseo
veo algunas camisetas rojiblancas, algunas, pocas trompetillas, algunos vivas y
unas pocas familias atléticas confundidas entre la multitud. Es como si los atléticos
pidieran perdón por haber ganado la liga o como si no se lo creyeran o como si
no quisieran despertar de un sueño. Qué diferente a cuando el Barça o el Madrid
invaden las calles, se adueñan de la ciudad y prácticamente obligan a todo el
mundo a celebrarlo. He visto la segunda parte en una cervecería de la plaza de
Cascorro y más me parecía asistir a una celebración religiosa que a un evento
deportivo. La gente se mordía las uñas, ante cualquier falta suspiraban, decían:
“Ahora nos meten el gol”. El pupas, hasta cuando ganan.
Tampoco he
visto grandes aglomeraciones en estos días de fiesta patronal en Madrid. Muchos
extranjeros y colegiales de visita, como siempre. He entrado por vez primera en
la Biblioteca
nacional, en la gran sala de lectura, en las salas de exposiciones, hubiera
necesitado más tiempo para apreciar este noble edificio, el gran aire sobre las
empequeñecidas cabezas de los lectores, ese espacio casi infinito hasta la
claraboya que inunda de luz la sala. He visto la exposición de Cezanne. Creo
que es un error que la hayan ordenado por temas, en vez de cronológicamente, no
se aprecia cómo Cezanne avanza con un gran pincel blanco, abriendo camino, sin
que él sepa muy bien adonde se dirige, aunque sí su espectador, que tiene detrás
todo lo que ocurrió después de que él desbrozase los caminos. Me ha
decepcionado la obra de Lope de Vega que he visto en el Pavón. Aburrida, sin
tensión, una obra –Las dos bandoleras-
que exigía ruido, presencia, agitación pasa con personajes fantasmales sobre el
escenario, vistiendo a la mitad de los actores con uniformes militares, un
recurso manido que no aporta nada.
Pasan las horas y ni un solo cohete de fiesta.
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