martes, 6 de mayo de 2014

El salario del miedo, de Henri-Georges Clouzot


            No todo lo que podía escribirse podía decirse de igual modo en las pantallas cinematográficas. Porque es difícil de trasmitir la corrosión y la desesperanza rabiosa o porque no está permitido, al menos en el pasado. La adaptación que Henri-Georges Clouzot hizo de la novela de Georges Arnaud atiende al espinazo de la obra, en parte a la tensión dramática, algo a la atmósfera y al carácter de los personajes pero sobrevuela el tema para centrarlo en otra cosa. Si la novela es breve, la película es larga, pero la primera no necesita más ni la segunda menos para ser ambas obras maestras. La rudeza de los hombres es más espiritual en la novela, hombres desprovistos de fe esperan compensar su vacío encontrando el medio de salir del culo del mundo, soñando con paraísos imaginarios gracias a unos miles de dólares a cambio de un trabajo en compañía de la muerte. Más material en la película: el humo del tabaco, el alcohol, el desprecio hacia las mujeres a las que golpean, la solidaridad de hombres en su bellaquería. Tanto en la novela como en la película hay tres partes: la presentación de los personajes y su carácter, de duración mediana, el recorrido del camión con su carga mortal de nitroglicerina, la parte más larga, y la breve coda en que se da cuenta de lo que le sucede al prota tras entregar la carga en su destino. Los personajes en esencia son los mismos, aunque en la peli se cambian algunas nacionalidades. El segundo de a bordo es francés, no rumano y se elimina, por ejemplo, al violento español Juan Bimba. También algunos sucesos desaparecen o mutan o se innovan, por ejemplo el gran peñasco en el camino que hay que hacer volar.

            De las supresiones la más llamativa es sin duda la relativa al cura de Totumos, el cura que engaña a los camioneros para que no pasen con su carga mortal por su pueblo. La venganza es terrible en la novela y da pie a una escena del más salvaje sacrilegio, inaceptable, supongo, para la censura de la época. Sin embargo la mutación más importante que introduce Clouzot es sentimental, tiñe todo el metraje y cambia por completo su perspectiva. En la peli, Sturmer, el protagonista, mantiene una relación íntima con Linda, una prostituta mestiza que trabaja en El Corsario Negro. Ella está enamorada de él, aunque a él no le importa ofrecérsela a sus compañeros. Cuando vuelve con su abultada paga piensa en ella para emprender su nueva vida. En la peli de Clouzot todo ha cambiado: poco después de comenzada aparece en escena un francés elegante, mayor que Sturmer, dueño del terreno que pisa, con una autoridad natural. Se produce un flechazo. En la novela el protagonista es el miedo de principio a fin, el que define las acciones, la pérdida de reflejos, la violencia extrema, el agotamiento, la insensibilidad ante el sacrificio de los compañeros. En la peli es el enamoramiento entre dos hombres rudos y en apariencia insensibles, con momentos de ensoñamiento y de crueldad. Sturmer admira la autoridad de ese hombre, arroja de sí a Linda por él, se entrega a su virilidad, pero luego le decepciona su cobardía y no le importa que el camión pase por encima de él, aunque haya un recorrido final de ternura cuando los dos hombres en la cabina del camión se acercan al destino, el hombre a punto de expirar, Sturmer con la mirada perdida . Esas dos perspectivas empapan novela y película, son el tema que las traspasa y explican el final que siendo el mismo en ambos casos tiene un significado diferente.

          Aunque también nuestra época tiene sus límites. Dudo que el más osado director actual se atreviese a mostrar a un rapaz, sucio y descalzo, como el que muestra Henri-Georges Clouzot, al comienzo de su película, con los genitales al aire, por delante y por detrás. O un maltrato parecido hacia las mujeres como el que aparece en El Corsario, el garito en el que los hombres rudos, desesperados, machistas e insolidarios entretienen su tiempo sin valor. 

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