domingo, 11 de mayo de 2014

Cuánto debe ganar un hombre

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            En las tertulias económicas y en los blogs, en general, leo y escucho desdén y burla hacia Thomas Piketty. El libro, Le capital au XXIe siècle, aún no está traducido, pero ha levantado una gran polvareda. Siempre ocurre cuando aparece –o vuelve- un punto de vista que había caído en el olvido o se había despreciado. Así resume sus argumentos J. Bradford Delong
1. La relación entre la riqueza de una sociedad y la renta anual tiende a crecer (o decrecer) hasta un nivel igual a la tasa de ahorro neto dividida por la tasa de crecimiento.
 2. El tiempo y el azar llevan inevitablemente a la concentración de la riqueza en manos de un grupo relativamente pequeño, al que denominaremos “los ricos”.
 3. Conforme los beneficios inmediatos de la industrialización van siendo cosechados, la tasa de crecimiento de la economía tiende a disminuir; al mismo tiempo, la tasa de ahorro neto aumenta, debido a la reducción de impuestos progresivos, el fin de la destrucción caótica de la primera mitad del siglo XX y la ausencia de motivaciones sociológicas suficientes que lleven a los ricos a gastar sus ingresos o su riqueza en vez de ahorrarlos.
 4. Una sociedad donde los ricos poseen un alto grado de influencia económica, política y sociocultural es en muchos aspectos una sociedad indeseable.
 5. En una sociedad donde el cociente entre la riqueza y la renta anual es un múltiplo muy grande de la tasa de crecimiento, el control de la riqueza se transmite por vía hereditaria (en lo que Geier denominó heristocracy [“gobierno de los herederos”]); esa sociedad es incluso más indeseable, en muchos aspectos, que una meritocracia dominada por una élite de emprendedores ricos. 
 Una buena reseña del libro de Piketty lo encontramos en este blog de economía:
“Piketty llega a la conclusión de que el “capitalismo” es un gran sistema en términos de su capacidad para crear riqueza pero, advierte, no corrige automáticamente los aumentos en la desigualdad. En su opinión, no debemos dejarnos engañar por el descenso en la desigualdad experimentado por Europa Occidental y Estados Unidos después de la segunda guerra mundial. Este se debería a una combinación de eventos extraordinarios: la voluntad política de introducir un sistema impositivo muy progresivo, la destrucción de capital causada por la guerra y unas décadas de crecimiento económico excepcional. En el futuro, en ausencia de políticas impositivas suficientemente agresivas, Piketty pronostica un aumento de la desigualdad que podría volver a alcanzar los niveles del siglo XIX”.
         Justamente hoy,  el periódico da a conocer los sueldos de los directivos de las empresas del Ibex, que no se han reducido, antes al contrario, a pesar de la crisis y a pesar de los esfuerzos –y estafas tipo preferentes- que se han exigido a gruesas capas de la población española. Directivos que tan mal han gestionado sus negocios, cuando no los han hundido, y que sin embargo siguen ahí, cambiando de empresa, conchabandeando con políticos y engrosando sus caudales.
“Las cifras que se han conocido desvelan una alta desigualdad salarial entre la cúpula y el resto de trabajadores. Un dato que ilustra este desfase es que los consejeros ejecutivos mejor pagados de las compañías del Ibex 35 ganaron de media 75,5 veces más que sus plantillas en 2013, según cálculos realizados por EL PAÍS a partir de los datos registrados en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV)”.

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