De qué va
el arte, ¿de la perfección? No de la perfección no, hay muchas obras maestras incompletas,
cuya gracia y gozo proviene de sus imperfecciones. ¿De la belleza? Quizá
tampoco, o no sólo. El arte va de otra cosa. En todo caso no tiene que ver con
entender cómo está hecha una obra maestra, con descifrar su lenguaje, con
comprender sus relaciones con lo que le precede o sus conexiones con su tiempo.
El arte no es un conocimiento, ni una sabiduría, aunque quienes lo practiquen
conozcan y sepan y hayan dedicado todo su tiempo a perfeccionar su obra, a limpiarla,
a depurarla. El arte es otra cosa. Qué. Tiene que ver con el hombre claro, quizá
con aquello que ha perdido o con lo que aún no ha logrado, o con lo que no es
capaz de sacar de sí mismo, con lo que lleva dentro y ha de limpiar o restaurar.
Lo sabemos cuando encontramos una obra que nos conmueve, nos hace reír o
llorar, pero no al modo de esos engendros sensibleros que nos sacan la lágrima
fácil o la risa sonora y desmadrada. El arte es aquello que no se puede contar
porque al hacerlo se desvirtúa o se rebaja y cambia. Lo hacemos, lo contamos
con la intensión de trasladar nuestra emoción a otras personas, pero sabemos o
deberíamos saber que nos quedamos cortos, que lo que contamos es la periferia
de lo importante, lo que rodea o recubre la médula. De las historias escritas
contamos los sucesos, la trama seca, pero no lo que por dentro nos ha removido,
de la música podemos hablar vagamente o con vana pedantería utilizamos el código,
lleno de falsedades o palabras inútiles, cuando trasladamos pintura a las
palabras contamos todo menos lo que interesa porque cuando un cuadro llega y
conmueve es el cuerpo el que lo percibe y se mueve. Los artistas por más que lo
intenten no siempre lo consiguen, no es arte todo lo que ejecutan, sólo a veces
llegan y transmiten. Es lo que me ha sucedido hoy escuchando a Haendel con Il giardino armonico y la soprano Julia Lezhneva. En la primera parte no ha
habido manera. Fría, fría. Pero en la segunda todo ha sido distinto, primero
con La folia de Geminiani y luego con Pensieri, voi mi tormentate
de la Agrippina ,
que me ha hecho soltar un joder al final, y todo lo que después ha
venido después, llegando al clímax en las propinas, entre ellas Lascia la spina cogli la rosa de Il trionfo.
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