Habla encorvado,
la cabeza escondida bajo los hombros, llega la voz porque el equipo técnico es
bueno, parece hecho un ovillo sobre sí. Es imposible entender lo que dice, porque
lo que requiere toda la atención es el estado de ánimo que le hace estar
enroscado. Ya antes a lo largo de todo el partido se ha ido viendo lo mal que
encajaba los golpes, encogiendo la cara, doblando el cuello, llevando la
impotencia de su mano a su cabeza rapada, girándose hacia atrás, caminando
hacia el banquillo para guarecerse en las sombras. Ya desde el principio como
si intuyera todo lo que iba a suceder, con el semblante serio, aceptando la
derrota de antemano. En las mismas declaraciones de los días pasados estaba el
anuncio y el resentimiento, la fatalidad y la tremenda injusticia. Cada mazazo
era una afrenta, algo difícil de entender porque nada de eso está en su
destino. Quizá sienta que como el marinero haya perdido la gracia del mar, que
no haya nadie que le devuelva en el espejo de unos ojos su singularidad y se
tope de nuevo con el vacío, el enorme hueco que habita su ser. Ahora está tras
la mesa, todo gris. La masa opaca de su cuerpo dibuja el abatimiento,
escondiendo la elegancia sobre la que ha construido su figura de maniquí. Pero está
en el escenario, allí donde se siente seguro, el orbe reunido escuchando sus
palabras. Le cuesta poco enderezarse. Cada respuesta es como un pequeño
parlamento, primero en alemán trayendo las palabras como en un torpe baile de
conga, luego en inglés y en catalán y español, se va soltando, dejando una pausa entre
palabra y palabra como un actor shakesperiano, midiendo lo que ha de decir,
confiriendo sentido. Las preguntas han ido llegando en todas las lenguas, se ha
ido reencontrado a gusto con la imagen que el mundo tiene de él, poco a poco se
ha ido reincorporando, la barbilla levantada, la columna vertical, respondiendo
con una sonrisa que renace, moviendo las manos, juntando las cejas, labrando
surcos en la frente, cada vez más seguro ante la liturgia de las ruedas de
prensa, ruedas de prensa deportiva, en especial, donde el gran hombre
se mide con la grandeza, halagos y risas flojas, incienso y latría.
Condesciende y admite algún error, no han ocupado el centro del campo, no le
han ganado en realidad, no ha habido un equipo superior enfrente, no han
perdido, si alguien lo afirmara él estaría dispuesto a sostener que es cuestión
de interpretación, él ha luchado con los grandes, repásense los nombres, todos
ingleses, uno, dos y tres, grandes nombres a los que ha vencido, lo de hoy no
tiene mayor importancia, un percance, en realidad se ha enfrentado a un
fantasma, un fantasma que ni siquiera tiene nombre.
martes, 29 de abril de 2014
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