Un atleta
del violín, Ray Chen, un virtuoso pero también lleno de pasión, protagonista
absoluto en el concierto para violín de Chaikovski. Me ha sido imposible
despegar los ojos de su interpretación, hipnotizado. El lado negativo es que
pocas veces he visto tanta diferencia entre el solista y la orquesta, sobre
todo cuando distintos instrumentos se emparejaban con el violín de Chen: la
flauta, el clarinete, el oboe… Además generoso en las propinas, Paganini, Bach.
El público ha enloquecido y hubiera estado aplaudiendo no sé cuánto, hasta el
punto de que Chen, modesto, ha invitado a salir de la sala a las concertino
para no tener que volver a saludar ante tanto aplauso. Intensa emoción.
No tanto en
la obra que habría el concierto, El somni de Gaudí, de Albert Guinovart,
una pieza sinfónica compuesta a petición de la
OSCYL. En realidad una especie de suite a
partir del musical del propio autor sobre Gaudí. Guinovart no se ha podido
sacudir el polvo del musical: chisporroteo de colores: cello, piano, arpa, flauta
y mucha percusión y ecos diversos, desde Gershwin y Bernstein a Andy
Lloyd Weber, de Stravinski a la música del cine de gran producción americano.
Pocas veces he mirado tanto el reloj, y apenas ha durado media hora. Vacío,
aburrido. No por culpa de la orquesta, a la que le van este tipo de piezas.
Para
finalizar, la Sexta
de Prokofiev. Una buena conducción por parte de Petrenko. Es una sinfonía que
me gusta, como me gusta en general Prokofiev. El problema es que estaba agotado
después de las emocioes que me ha provocado Ray Chen.
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