El baúl de
las emociones se había abierto con deslumbrante oropel en la semana pasada, un
aguijoneo de colores y olores en el cielo trasparente de marzo. Esta noche llega su culminación en el gran espectáculo de Curro Vargas. Nunca hubiera sostenido
que una zarzuela me pudiere arrebatar. No era la música de Chapí, aunque pocas
veces he oído música zarzuelera tan elegante y poco ripiosa, o el libreto de
Joaquín Dicenta, fresco, poco repetitivo, o los personajes bien construidos
aunque simples, fue el conjunto, sobre todo la escenografía que envuelve el amor imposible
entre Curro y Soledad, una España rural de los sesenta, el colorido, el
movimiento de actores, los dos números apoteósicos que cierran el segundo y el
tercer acto. Una zarzuela que vale más que muchas óperas. Una emoción en estado
puro que se añadía a la encendida primavera.
viernes, 21 de marzo de 2014
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