Es casi
imposible en esta ciudad, Burgos, encontrar un día sereno. Amanece cubierto y
con un viento persistente que no cesa en todo el día. Hay momentos, temprano en
la mañana, que las rachas de viento parece que me vayan a tirar de la bici.
Pocos ciclistas en la carretera, la afición a la bici en la ciudad es
mayoritariamente urbana, poco que ver con la invasión de ciclistas en los
alrededores de Barcelona, o de Valencia, por donde me he movido este verano. Sí
que hay santiagueros, muchos, la mayoría extranjeros, franceses, ingleses,
americanos de mediana edad. Encuentro a un anglosajón en bici mirando un mapa
extraviado, muy lejos del camino.
En los
bares de tapas tampoco hay mucha gente, apuran las últimas horas antes de volver, ni siquiera hay gente mirando el
partido de la tele -Madrid Atletic-, aunque a hora muy intempestiva, las doce
de la mañana.
Veo Behind
the candelabra, un exceso de película realizada por Steven Soderbergh para
un canal de televisión y pasada aquí en canal +. Narra una historia de amor gay,
a finales de los setenta, entre Liberace un famosísimo y virtuoso pianista pop
al estilo de Elvis y un chico de la calle al que conoce casi por casualidad. La
peli está bien hecha y mejor interpretada por Michael Douglas y Matt Damon –¡qué
increíble capacidad de transformación!-, con la suficiente distancia como para que
veamos a los personajes como a peces en una pecera. Lujo, derroche, la versión
del triunfo en América, empalagosamente superficial, como una gran tarta de
merengue. Sería interesante saber por qué no ha merecido los honores de la
pantalla grande.
Pospongo mi
vuelta a Valladolid unos días. Prefiero ir y volver esta primera semana de
exámenes y evaluaciones. Ligero estremecimiento cuando pienso en el final del
mes.
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