martes, 3 de septiembre de 2013

Tres (La cúpula)


            Misterios de la mecánica, o de la electrónica, una avería real se convierte en inexistente cuando el coche es sometido a test. Así que me devuelve a Burgos como si tal cosa, después de haberme amargado la mañana. Ya veremos mañana, hoy me tomo el día libre.

            El prestigio de Steven Spielberg, zarandeado en la publicidad de la cadena que emite La cúpula, no salva esta producción del tedio. Una especie de barrera transparente, entre cristal y tamiz, cubre a un pueblo americano dejándolo aislado. Ese era el atractivo de esta miniserie, como una secuela de aquella Twlight zone alguno de cuyos episodios me sedujo por su originalidad. Apenas algunos golpes de efecto en estos dos primeros episodios: las llamas de un avión que choca en el aire contra la cúpula, la cabina de un camión aplastada y el marcapasos que le explota a un policía en el pecho, poca cosa. Lo demás, tedio. Las vidas entrelazadas de los habitantes del pueblo, historias cien, mil veces vistas, sin asomo de originalidad, redundantes, alargadas, un bucle interminable de cuentos sin interés. Las historias llevan la marca de Stephen King que nunca ha brillado en la narración de la vida que corre, aunque era esperable un desarrollo más atractivo de la idea base, del elemento fantástico que introduce en la vida de la pequeña población.

            Por fin un día sereno que me permite recorrer el páramo burgalés, subir y bajar por las vaguadas donde se asientan pueblos fantasma, donde a las nueve o las diez de la mañana es difícil ver un alma. Parecen deshabitados, pero hay indicios de vida tras una ventana abierta con sábanas y almohadones oreando, en los coches al pie de la puerta o en el ruido de un tractor que no veo. Los aerogeneradores, inmóviles, el rastrojo amarillo, las cabezas de los campos de girasol no demasiado grandes, secándose en los últimos días del verano. El asfalto agrietado, lleno de baches, no se repara. Durante kilómetros voy solo, esporádicos ciclistas, los coches aparecen cuando me acerco a la ciudad. Un paisaje más fantástico que el de Stephen King y Steven Spielberg.


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