Muchos de los grandes descubrimientos científicos se han
hecho en contra de las expectativas, incluso se han hecho cálculos erróneos por
estar concebidos sobre la base del pensamiento asentado. Ya no se lleva a nadie
a la hoguera por hacer proposiciones extemporáneas. Lo debemos a la libertad de
pensamiento, pero también al rigor experimental que mantiene dentro de los
límites a la ocurrencia. Una de las proposiciones más sorprendentes de la
ciencia reciente es la de la energía oscura. Existiría una constante
cosmológica, una energía constante en el universo que no tiene que ver con la
materia visible y tampoco con la materia oscura, una energía que aparece y
desaparece en tiempos infinitesimales en el espacio vacío, que se ha deducido
experimentalmente, pero para la que todavía no hay una ecuación matemática que
la demuestre. Esa energía supone el 70 % del total de la masa del universo. Esa
proposición ha cambiado radicalmente la concepción del universo. Cuando se
propuso por primera vez apenas encontró crédito. La consecuencia más llamativa
de esa proposición es la de que el universo no es cerrado ni abierto, el
universo es plano y se está acelerando. Hasta hace poco se pensaba que el
universo desde el principio se estaba desacelerando y por tanto se pensaba que
en algún momento colapsaría. Pero no es así, al contrario, la energía oscura es
una fuerza repulsiva que contrarresta la fuerza de la gravedad. Vamos hacia un
universo donde los objetos, los cúmulos, las estrellas, la materia, se aleja, se
disgrega. Si solemos decir que estamos solos en el cosmos, en el futuro, si la
humanidad perviviese eso sería más evidente. Lo curioso del caso es que durante
miles de millones de años la fuerza de la gravedad era superior y el universo
se estaba desacelerando, pero en un momento del pasado, hace 5.000 millones de
años, las cosas cambiaron, la energía oscura comenzó a ser más poderosa,
acelerando el universo.
Si Mas y Rajoy se reunieron el pasado 29 de agosto, aunque
fuese en secreto, algo acordarían. Que algo acordaron lo confirma la espantá de Artur Mas que se baja del referéndum en pro del dret a decidir para
2014 en favor de unas inconcretas elecciones plebiscitarias para 2016. Aunque
la burguesía catalana es acomodaticia –hay adjetivos peores- y en algún momento
había de bajarse del radicalismo independentista, Rajoy algo ha debido de
ofrecer a cambio. Y ese algo que la burguesía catalana obtiene gracias a la
presión de la amenaza independentista va en contra del equilibrio del conjunto
del país, pues lo que obtenga de más de algún otro lugar se ha de restar.
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