jueves, 5 de septiembre de 2013

Cinco (De la nada a la nada)

    
        Leo dos novelas de escritores españoles con fondo histórico. La primera relata linealmente, aunque bifurcándose en dos caminos, la vida de un anarquista que se llamaba igual que el escritor. El anarquista que se llamaba como yo. Un anarquista que se vio implicado en una intentona contra la dictadura de Primo de Rivera. La segunda desde la actualidad intenta indagar en la memoria de la guerra civil. Ayer no más. Pablo Martín Sánchez; Andrés Trapiello. En la primera un narrador omnisciente lo sabe todo de los personajes, en la segunda, como el escritor sabe que eso no puede ser, da la voz a varios de ellos para que narren desde su punto de vista. Los dos caminos de la primera nos conducen a un destino inexorable que conocemos al empezar a leer. La segunda parte de un encuentro fortuito entre dos personajes que vivieron un momento decisivo en 1936. Es testigo de la escena el hijo de uno de ellos, es el narrador principal. Es decir, el escritor por más que intente borrarse siempre está ahí.


            Pero me resulta más emocionante ver cómo los científicos intentan saber cómo es la geografía del universo, si es cerrado, si es abierto, si es plano. Un universo de la nada. Cómo calculan su peso, algo decisivo para saber su forma. Las observaciones parecen haberlos llevado a la convicción de que vivimos en un universo plano. Pero es sorprendente, de la materia necesaria para que eso sea así, lo visible apenas representa el 1 % del total y un 30 % la materia oscura, entonces, ¿dónde está el 70 % restante? Sorpresa, sorpresa, de energía que proviene de partículas virtuales que nacen y desaparecen en el espacio vacío, surgiendo de la propia nada. ¿Pudo haber surgido así el universo, de la propia nada? Los científicos lo han descubierto sobre la marcha, han topado con ello. Han descubierto lo que ignoraban que ignoraban.


            La misma profesora del otro día, referido a otro compañero, ha vuelto a soltar lo de que creía que ya estaba retirado de la circulación. Una sensación muy desagradable. Como si el profesor que se jubila debiese fundirse en la nada de la que surgió.

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