Hay que
decir que esta es la historia de una chica bien, hija de un príncipe ruso,
nieta de un afamado escritor, llena de oportunidades que supo aprovechar. Además
era guapa: supo capitalizar su atractivo erótico. La desigualdad de
oportunidades. Así nacen los mitos.
Pocas veces
se tiene la oportunidad de ver en vivo y en directo a la protagonista de una
novela, un personaje que vivió realmente, no sólo eso, que queden imágenes de
cuando entonces, más, que haya películas que la muestren tal cual se la está
leyendo. Y más aún, la chica sale en una peli que dirige el enamorado de quien se
cuenta la historia. Años después, muchos años después, la mujer de edad
provecta, cuenta aquello como una novela y el lector, yo, tiende a suponer que
todo lo que cuenta es cierto: lo son los personajes, lo es el contexto de la
época, los escritores de los que habla y con los que habla, las películas que
ve, los filósofos que lee y con quienes discute, la atmósfera. Y
además la novela es ágil, lo más alejado de la pedantería que quepa pensar.
Y además mientras
leo puedo ir viendo las imágenes de la época y las películas y las referencias,
como la chica del turbante azul, de Vermeer, con quien la compara su abuelo,
François Mauriac.
En la
novela sale el mundo parisino previo a los días revolucionarios del 68, el
Sartre ya en decadencia, los pensadores a la moda: Foucault, Althusser y Lacan,
la inauguración de la universidad de Nanterre, lejos de París, Vietnam, el
desasosiego de la juventud burguesa. Pero también puede verse como una novela
de iniciación, una burguesita de 19 años, hija de buena familia, nieta de
Mauriac, que se enrolla con un director de cine revolucionario, Jean-Luc
Godard, una adolescente que está a punto de salir del cascarón para ingresar en
el mundo de los adultos.
El libro es
una invitación a ver las películas citadas, en especial La chinoise,
rodada en el momento álgido de la relación entre Anne Wiazemsky y Godard. La
narradora describe el rodaje, los actores, los técnicos, las intrigas, entre
ellas el enamoramiento de Juliet Berto, otra actriz de la peli, por el director
Godard. El desarrollo del rodaje, la relación del guión con hechos y frases
tomadas de la vida real, de su propia relación, la intervención de sus amigos
en la película, como el filósofo Francis Jeanson en una conversación en un tren,
que reproduce una de tantas que se dieron en la vida real, o de las propias
amigas de Anne que salen al final de la peli para arrojar por el suelo los libros
rojos de Mao, el escenario, una casa que le habían dejado a Godard para vivir
su aventura con Anne W., entonces actriz y estudiante -Une année studieuse, es el título original-, ahora escritora.
El final de
la novela es algo decepcionante. Da la impresión de que la autora tenía prisa
por acabarla, contando las cosas demasiado rápido, hablando de lo maravillosos que son
sus amigos y, lo que es peor, para mí, no cierra la historia, no cuenta el final de su historia con Godard. Eso sí, al al
menos se cierra con esta hermosísima canción de Charles Trenet: La folle complainte, con su letra suena mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario