Si la
novela negra está de moda no lo está menos el género histórico, así que Philip
Kerr, escritor escocés, juega sobre seguro cuando en sus novelas ambientadas en
la Alemania
nazi mezcla ambos géneros. Esta que acabo de leer, Praga mortal, ha
tenido bastante crédito de público y de crítica y forma parte de una serie de
la que ya lleva publicadas ocho. Un comisario de la vieja escuela de la policía
prusiana sigue siendo policía a regañadientes en la nueva Alemania. Para el
caso que tiene que resolver se desplaza de Berlín a Praga, llamado por el
malvado sin paliativos Reinhard Heydrich, que acaba de ser nombrado
reichprotektor de Bohemia y Moravia. Acaba de ser asesinado uno de los cuatro
adjuntos del general, mientras la
GESTAPO investiga a un topo del espionaje checo dentro de las
filas nazis. El comisario Gunther se desenvuelve con comentarios entre mordaces
y sarcásticos, en sus interrogatorios a los generales nazis que han sido
invitados al castillo de Panenske Brezany en las cercanías de Praga donde
reside Heydrich y donde ha sido asesinado el adjunto, y la mala conciencia por
vivir y trabajar en un mundo donde el mal ha tomado el poder. Para que la
intriga atraiga al lector se junta el crimen con el espionaje, los personajes
conocidos del mundo nazi con referencia a sus maldades y la propia aventura del
comisario atrapado entre el miedo a Heydrich y su enamoramiento de una
misteriosa joven a la que ha conocido en la noche berlinesa. Incluso adelanta
una hipótesis sobre la cuasa real de la muerte de Heydrich tras el atentado de
Praga.
Esos son
sus atractivos, que indudablemente los tiene y muchos más. Pero también defectos:
me es difícil encontrar una novela negra perfecta y que sea capaz de saltarse
los lugares comunes del género. Aquí incluso se toma, en parte, prestada la
trama de la famosa novela de Agatha Christie El asesinato de Rogelio Ackroyd:
el asesinato en un cuarto cerrado por dentro, con la excusa de que el propio
Heydrich era fan de la novelista inglesa. Tarda mucho en entrar en materia,
demasiadas páginas dedicadas a la noche berlinesa, aunque cuando aparece la
trama la lectura vuela. El autor abusa del sarcasmo y de las frases ingeniosas
en las que pretende burlarse de la nueva Alemania o incluso de sí mismo. Muchas
de esas frases, en las que pone toques de humor negro, sobran, no son nada
eficaces, ponen nervioso al lector, al menos a mí. No puedo asociar humor y
nazismo. Hay escenas y actitudes del narrador –el propio comisario Gunther,
desafiante y cínico- que no resultan creíbles: los desenvueltos interrogatorios
a los jerifaltes nazis, sus diálogos mordaces con Heydrick, la idea de que
quiera suicidarse por haber participado en las matanzas del Este ocupado, en
los Einsatzgruppen.
Pero vale
como lectura veraniega que seguro que encanta a los morbosos que se interesan
por las malignas personalidades de las SS.
Aunque al
respecto, Praga y Heydrich, hay lecturas más recomendables, la novela de
Laurent Binet, HHhH, una reconstrucción fidedigna del atentado que acabó
con la vida de Heydrich y la reciente biografía del jefe de la Policía Criminal
y de las SS y planificador de la solución final, por el historiador
inglés Robert Gerwarth, Heydrich. El verdugo de Hitler. "Es la
fascinación del mal absoluto, con mayúscula, igual que Drácula. Heydrich es el
Drácula de los nazis, el Hannibal Lecter de los nazis", asegura Philip Kerr.
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