Buscaba
emociones fuertes, las que me faltan en la vida real. Vi un comentario, de
pasada, en una necrológica del recientemente fallecido Elmore Leonard, sobre
una serie donde el protagonista es una especie de sheriff a la antigua, con
sombrero incorporado, en un pueblo de Kentucky, y fui a por ella. Justified.
Me la acabo de ver en cinco días. La primera temporada, tiene cuatro. Los
primeros minutos marcan la pauta, una secuencia del puro far west: dos
hombres sentados a una mesa frente al mar, en Miami, con el reloj con la cuenta
atrás. Sin embargo, los tres primeros capítulos no me atraparon, algo
decepcionantes, de esas series con casos que se resuelven en cada uno de los
capítulos, creí. Pensé en abandonarla, como a tantas otras, pero en el cuarto episodio
las cosas cambiaron y ya no me pude desenganchar.
El actor
protagonista es el mismo sheriff -aquí
en realidad un agente judicial- de la memorable Deadwood. Pero su cara
de palo de entonces cambia, en esta serie se hace actor. Pero tan buenos, y en
ocasiones mejores que el actor principal, son los secundarios, representando
tramas familiares del pueblo de Kentucky, una violenta congregación religiosa, mujeres
blandas y duras en un medio muy masculino, malhechores. Los personajes no son todos
de una pieza, que los hay, cambian, en ellos se manifiesta el mal y la búsqueda
del bien al mismo tiempo; los temas que aparecen tienen que ver con los de la
vida real aunque exacerbados, distorsionados o, en ocasiones, tolerables al
estómago del espectador; los temas: las relaciones entre padres e hijos
fundamentalmente, pero también el amor y el sexo, el crimen, la delincuencia
relacionada con la droga, la persecución policial, la ley tallada en mármol y
el espíritu de la ley.
A todo eso
se añade la calidad literaria, marca Elmore Leonard, de hecho es, era productor
ejecutivo en la serie: secuencias concisas, sin paja retórica, temas de altura
y unos diálogos, entre el chispazo inteligente, el sarcasmo y el humor negro,
que a veces piden parar el video para volverlos a escuchar. La serie adapta una
obra del escritor, Fire in the hole, (Rylan, Alianza) pero
cambiando cosas para hacerla más televisiva, más punzante.
A partir
del episodio cuarto, como digo, se ha ido superando, recordándome en algunos
momentos a la propia Deadwood –el amigo enemigo de Rylan se parece
bastante al Al Swearengen de esa serie- y en otras a la violencia callejera de The
Wire, mis dos series preferidas. Así que, a ver cuándo me pongo con la
segunda temporada.
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