miércoles, 28 de agosto de 2013

Justified

            Buscaba emociones fuertes, las que me faltan en la vida real. Vi un comentario, de pasada, en una necrológica del recientemente fallecido Elmore Leonard, sobre una serie donde el protagonista es una especie de sheriff a la antigua, con sombrero incorporado, en un pueblo de Kentucky, y fui a por ella. Justified. Me la acabo de ver en cinco días. La primera temporada, tiene cuatro. Los primeros minutos marcan la pauta, una secuencia del puro far west: dos hombres sentados a una mesa frente al mar, en Miami, con el reloj con la cuenta atrás. Sin embargo, los tres primeros capítulos no me atraparon, algo decepcionantes, de esas series con casos que se resuelven en cada uno de los capítulos, creí. Pensé en abandonarla, como a tantas otras, pero en el cuarto episodio las cosas cambiaron y ya no me pude desenganchar.


            El actor protagonista es el mismo sheriff  -aquí en realidad un agente judicial- de la memorable Deadwood. Pero su cara de palo de entonces cambia, en esta serie se hace actor. Pero tan buenos, y en ocasiones mejores que el actor principal, son los secundarios, representando tramas familiares del pueblo de Kentucky, una violenta congregación religiosa, mujeres blandas y duras en un medio muy masculino, malhechores. Los personajes no son todos de una pieza, que los hay, cambian, en ellos se manifiesta el mal y la búsqueda del bien al mismo tiempo; los temas que aparecen tienen que ver con los de la vida real aunque exacerbados, distorsionados o, en ocasiones, tolerables al estómago del espectador; los temas: las relaciones entre padres e hijos fundamentalmente, pero también el amor y el sexo, el crimen, la delincuencia relacionada con la droga, la persecución policial, la ley tallada en mármol y el espíritu de la ley.

            A todo eso se añade la calidad literaria, marca Elmore Leonard, de hecho es, era productor ejecutivo en la serie: secuencias concisas, sin paja retórica, temas de altura y unos diálogos, entre el chispazo inteligente, el sarcasmo y el humor negro, que a veces piden parar el video para volverlos a escuchar. La serie adapta una obra del escritor, Fire in the hole, (Rylan, Alianza) pero cambiando cosas para hacerla más televisiva, más punzante.


            A partir del episodio cuarto, como digo, se ha ido superando, recordándome en algunos momentos a la propia Deadwood –el amigo enemigo de Rylan se parece bastante al Al Swearengen de esa serie- y en otras a la violencia callejera de The Wire, mis dos series preferidas. Así que, a ver cuándo me pongo con la segunda temporada.

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