domingo, 4 de agosto de 2013

Del lago Ness al lago Morar

             

             Escocia es entre otras cosas la tierra del golf, aquí nació hacia el siglo XV, con sus 18 hoyos, y aquí se encuentra el campo más antiguo, el de Saint Andrews. Al otro de lado de mi ventana, en Inverness, hay uno de ellos, dos hombres mayores arrastran sus zapatos blancos por la alfombra verde, no hablan, meditan sobre el palo que han de utilizar para el próximo golpe.

            Después de haber pasado por el parque nacional de Clairgorms: sucesión de campos de cereal y pastos para las ovejas, y montañas que parecen más elevadas de lo que en realidad son, y lluvia, mucha lluvia, ya estamos en las Highlands. Se ha creado una mitología en torno a estas tierras. No es para tanto. Es un paisaje que se puede encontrar en otros sitios o eso me parece a mí. Montañas no muy altas y valles, y lluvia y brumas. No tenía una idea muy definida sobre su paisaje y qué quería decir exactamente Tierras Altas, sólo la música de Dylan que tantas veces he escuchado, la hipnótica Highlands (escuchar con letra). Durante un tiempo se convirtió en un himno para mí, algo artificial, claro, pero me gustaba mucho.


            Y cómo no, el lago Ness, con excursión en barco incluida. 37 km. de lago a lo largo, pero Nessie no quiso comparecer. Lo más interesante las ruinas del castillo de Urquhart, de resonancias borgianas, sobre un promontorio desde el que se domina el lago y el paisaje circundante.


           Y Fort Augustus, con un canal junto al río, con esclusas, el Canal de Caledonia, el más largo del país, que une el mar del Norte con el Océano Atlántico. Lugar de batalla entre  jacobitas y partidarios de la monarquía inglesa.



           Y Fort Williams, a los pies de la montaña más alta del Reino Unido, el Ben Nevis, 1343 metros, una calle con reclamos turísticos y buen salmón, salmón feroz como dice mi guía, en lugar de salvaje. Y Glenfinnan, donde tuvo lugar el postrer levantamiento de los escoceses, en 1745, en la cabecera del lago Shiel.



            El viaje acaba en Morar, barrio de Mallaig, a un lado la bahía y al otro el lago, los dos con el mismo nombre, desde donde se coge el ferry para la isla de Skye. Un lugar espectacular que requiere todos los sentidos, mirar, escuchar, palpar.

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