En dirección
a las Highlads, Dunkeld pueblecito turístico junto al río Tay, primera capital
de Escocia en la edad media. Queda la catedral gótica, edificio mitad en pie,
abierto al culto, y mitad en ruinas, como consecuencia de las guerras jacobitas
que enfrentaron a los defensores de los reyes de Escocia –Jacobo VI- contra
Guillermo de Orange. Hermoso lugar para pasear junto al río, si no fuese por la
lluvia. Cerca de Dunkel se encuentra el Hermitage Forest donde el imaginario
escritor Ossian habría compuesto sus poemas en gaélico-escocés, traducidos por
su descubridor y falsificador James Macpherson a mediados del el siglo XVIII. También
junto a la catedral de Dunkeld hay otro bosque literario famoso, el de Birnam,
aquel que según la profecía de las brujas se movería para acabar con Macbeth en
la obra de Shakespeare.
Cerca de Pitlochry,
en medio del parque nacional de los Clairgorms hay una antigua destilería de whisky, la Blair Athol (la nutria del río),
en la que se puede ver todo el proceso de destilación. Y probarlo. Pitlochry es
una pequeña ciudad con edificios victorianos. Me quedo con un pub, el Moulin Inn, a la salida
de la ciudad con cerveza propia, muy rica.
En
Inverness (“la boca del río Ness”), capital de las Highlands, como en cualquier
otra ciudad de Escocia, se ven muchas de las antiguas iglesias católicas transformadas
en centros culturales, tabernas u otra cosa, tras la furia iconoclasta de los
reformistas: “Las ventanas, lo único que no hay que destruir”, decía John Knox,
su profeta. Inverness es una ciudad que ha crecido con el turismo, a los pies de
su castillo de arenisca roja, junto a la desembocadura del río Ness en el
fiordo de Moray, la ciudad más al norte de la Gran Bretaña. Cerca tuvo lugar
la batalla de Mulloden, la última en suelo británico, donde se hundieron las últimas
esperanzas de independencia para Escocia.
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