1. “Mi
error ha sido mezclarme en un mundo al que no pertenezco”, oigo casi gritar a
una chica a través del móvil, en medio del Paseo de Gracia. No parece que le
importe que la escuchen. En el viaje en tren o paseando por el centro de la
ciudad sólo oigo hablar en castellano, con algunos islotes en italiano, en alemán,
en inglés o en catalán. ¿Con estos ladrillos piensa construir Artur Mas la
independencia de Cataluña?
En la
librería de viejo que visito casi todos los libros están es español, apenas un
puñado de libros en catalán sobre una mesa. Lo mismo sucede en la gran librería
del Corte Inglés en el Portal de l’Àngel: una estantería de títulos en catalán,
todo lo demás en español. Eso sí, los epígrafes que encabezan las estanterías
alternan los dos idiomas.
2. En la
turbamulta que abarrota el centro de la ciudad, casi todo el mundo se mueve
entre los veinticinco y los cuarenta años. Los años del movimiento y del
consumo. La masa social. No me siento a disgusto, pero se diría que comienzo a
estar desplazado.
3. Vengo de
una ciudad donde no sucede nada. Aquí basta con montar en el tren o salir a la
calle, ver y mirar, para palpar cómo corre el mundo.
4. A una
mujer que se sienta frente a mí en el tren de vuelta le brillan los ojos,
restos de lágrimas mudas. Luego los cierra y se ausenta. Otra chica se estira
en los asientos de al lado como si fuera una cama, no parece que le baste el
chico que la acompaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario