Una obra
literaria no se conforma con contar una historia, aunque sea una historia
densa, original, trepidante o extraordinaria en algún aspecto. Una obra
literaria no se conforma con acotar los márgenes de un libro, con quedar
encerrada en sus límites. Una obra literaria quiere adueñarse de la imaginación
del lector y proyectarla por encima del espacio y del tiempo en que sucede lo
que se cuenta. Una obra describe unos personajes y un paisaje con características
muy precisas, narra unos hechos concretos, particulares, pero el escritor
quiere que vaya más allá, que los vista de otro modo, que evoque otros
paisajes, que reconstruya otras acciones. Una obra se completa cuando el lector
la hace suya y la amplia rompiendo sus moldes.
Es lo que
le falta a esta obra, creo yo, de Jesús Carrasco. Cuesta desdoblarla, no permite, por
lo menos a mí no me ha permitido, llevarla a otro espacio y tiempo. No me ha
servido para entender mejor un mundo que el autor y yo compartamos. Algunos la
han comparado con La carretera de
Corman MacCarty. En algunos aspectos se le parece, pero desde el principio se
ve en ésta qué quiere que veamos, qué
mundo debemos ver, temer, “Estas avisado, lector, de lo que puede ocurrir, de
lo que va a ocurrir”, dice MacCarty y el lector se lo cree y queda aterrorizado
ante ese mundo. En cambio, la novela de Carrasco, en todo caso, ha sido escrita
con unas décadas de retraso. Hubiese sido creíble para reflejar el mundo de los
cuarenta o cincuenta, los años precisos de la pertinaz sequía, por ejemplo. En
ese contexto de campos yermos, de pobreza extrema, de cortijeros, latifundistas
y alguaciles dueños no sólo de las haciendas sino de las vidas de los paisanos
se entendería perfectamente la dura historia que cuenta.
La otra cosa que estorba en la
lectura es el encorsetamiento o el amaneramiento, la necesidad del autor de
demostrar que es capaz de levantar el edificio de una novela, de dominar el
oficio, de conocer cada una de sus herramientas. Es evidente que un autor ha de
dominarlo, pero no se ha de ver. Si el lector está diciéndose a cada paso, “Joder,
qué dominio, qué maestría, que capacidad de controlar el diccionario” es que la
historia no se impone del todo, no fluye por encima de la carpintería.
¿No vale nada, entonces, según mi opinión, esta novela? Sí vale, es justamente porque el empeño del autor es grande por lo que hay que juzgarle por el tamaño de su empeño. En todo momento se ve la voluntad de armar algo grande, pero es tan grande el deseo de querer demostrar, que la autoría se sobrepone a la historia. Si el autor es capaz de superar ese miedo, si es capaz de esconderse y dejarse llevar por sus relatos, y si mira hacia el presente, ahí puede haber un gran escritor.
¿No vale nada, entonces, según mi opinión, esta novela? Sí vale, es justamente porque el empeño del autor es grande por lo que hay que juzgarle por el tamaño de su empeño. En todo momento se ve la voluntad de armar algo grande, pero es tan grande el deseo de querer demostrar, que la autoría se sobrepone a la historia. Si el autor es capaz de superar ese miedo, si es capaz de esconderse y dejarse llevar por sus relatos, y si mira hacia el presente, ahí puede haber un gran escritor.
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