Liberal
arts (Amor y letras) es una comedia romántica que cumple con todos los requisitos
del género, pero está bien hecha, es atractiva y no decae a lo largo de sus 97
minutos. Primero está el amor, claro: un joven profesor vuelve a la universidad
donde estudió y conoce a una estudiante de 19 años -él tiene 35- y se enamoran.
Luego una serie de personajes secundarios peculiares que salpimentan la trama:
el profesor amigo del prota que se jubila y que es la excusa para que el prota
acuda a su antigua universidad. Le ha llegado la edad de jubilación pero se
resiste, le cuesta abandonar lo que sabe hacer y aventurarse en el vacío. La
profesora de literatura romántica, tan hosca como inteligente, tan liberal de
espíritu como desengañada, que le explicó como nadie los poemas de los románticos
ingleses, entre ellos La oda a una urna griega. Una librera pendiente
del prota, que le dice que lleva una camisa muy bonita, el mismo día que su ex
no le quiere dar una opinión al respecto “porque mi trabajo ya no consiste en
hacerte sentir bien”. Un genio posadolescente con tendencias suicidas. Y un
estudiante salido que tiene conversaciones pudorosamente antisistema con
el prota. El decorado, tan importante en este tipo de películas, aquí el
ambiente universitario y los libros; la peli está llena de libros, el prota los
lleva en las manos continuamente, los enamorados tienen una discusión a propósito
de un best seller de vampiros, el genio posadolescente está atado al mejor
libro del mundo y la mujer que resuelve el mini drama romántico es una
librera que ama los libros. Y la música, que no puede faltar, clásica y pop. Un
cd grabado por la chica con inmarcesibles de la música clásica sirve para
trabar las escenas en las que la peli muestra el proceso de enamoramiento. Y
como nota extra, la ausencia de cachivaches electrónicos: los enamorados recuperan
las viejas y largas cartas de papel y bolígrafo y el móvil brilla por su
ausencia.
El prota es
una persona sensata, razonable y con sentido de la responsabilidad. En una
escena, sobre un papel, hace las cuentas sobre la diferencia de edad entre él y
la universitaria, lo mucho que parecen 16 años al principio, en el momento en
que viven el enamoramiento y lo poco que serán cuando se vayan haciendo
mayores. Pero en el momento del clímax, la chica le confiesa que será la
primera vez y quiera que sea él quien la desvirgue –por supuesto en una comedia
romántica no se utiliza esta expresión. El prota se echa atrás, atenazado por
la responsabilidad. Deshacen la cita en la habitación de la residencia, ella se
encuentra con el novio que había dejado y el prota con la profesora de literatura
que le dará una última elección.
El guión
está muy bien medido y ritmado, con pequeños gags y momentos algo más dramáticos,
las escenas y los diálogos fluyen, hay unas cuantas frases brillantes, en el
paisaje domina el verde del campus, la luz esplendorosa y la juventud.
Frases: “Creo
que el propósito de la ficción es combatir la soledad”. “Todos estos años enseñando
he tenido que dejarme muy claro que aunque esté rodeado de gente de 19, y me
siento igual, ya no los tengo. Nadie se siente adulto, pero todos lo ocultamos”.
“Antes fumabas, enhorabuena, vas a vivir cien años. Y qué más da si tu vida es
un muermo y lo será, créeme”. “Te voy a dar un solo consejo, ponle una armadura
a ese corazón blandengue que tienes”.
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