Esta película
belga, Tango libre, reparte mal sus cartas, no se decide entre la
comedia y el drama, aunque tira más hacia aquella, con algunos momentos buenos,
pero poco creíbles por lo general, no porque las situaciones aparezcan como
irreales, porque la comedia puede con todo, sino porque los actores, creo, no
están bien escogidos o no se saca todo el jugo de ellos. Casi todos hacen de
duros como el pedernal, pero luego son rodajas de pan por dentro, el problema
es que la transición entre la dureza y la bonhomía no se trabaja. Sergi López
hace de español con patillas largas y la faca y la faja se le adivinan, aunque
luego no resulta ser lo que parece, y el papel de François Damiens, parecido al
que hace en La Delicadeza ,
está por construir, como en general el de los otros actores. Una lástima porque
la cosa prometía.
La cosa va
de un guardia de prisiones que en un salón de baile se convierte en pareja de
baile de tango de una mujer a la que más tarde encuentra en la sala de visitas
de su prisión. Allí ve que visita no a uno, sino a dos hombres, el marido y el
amante. Hasta ahí las posibilidades, el juego que se abría, después los
guionistas y el director no acaban de decidir qué quieren hacer con sus
personajes. Se supone que debería haber una relación entre el tango que
enardece a hombres y mujeres y el fuego de los personajes, pero todo eso no está
bien dibujado. Aún así tiene algunas buenas escenas, cuando el tango entra en
la cárcel y los hombres duros quieren aprender a bailarlo, por ejemplo. Lo peor
es cuando a la comedia se unen los momentos dramáticos, con un niño de por
medio, que no funcionan.
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