miércoles, 29 de mayo de 2013

Religión, aborto, lengua


          “La religión no debe ser una materia optativa. La religión, como el ateísmo, debe formar parte de un proyecto integral de asignatura sobre la historia de las ideas morales. Es estúpido estar en este mundo sin saber qué fue Cristo o quién fue Darwin. Nada, ni la literatura ni la mismísima ciencia, puede entenderse sin la religión. El hecho de que tanto la izquierda como la derecha prevean para ella una asignatura alternativa revela las absurdas intenciones doctrinarias, meramente instrumentales que le reservan”. Arcadi Espada.

         “En nuestra especie, el desarrollo uterino dura unas 39 semanas, las primeras ocho de las cuales constituyen el periodo embrionario, en el que más de un tercio de los embriones abortan espontáneamente, sin que la madre ni siquiera se entere. La mayoría de los abortos inducidos (en Inglaterra, el 70%) se producen también durante el periodo embrionario. A partir de la novena semana, el embrión pasa a llamarse feto. El feto, que inicialmente pesa unos ocho gramos, va creciendo y desarrollándose todo el tiempo hasta el nacimiento. Las conexiones tálamo-corticales del cerebro, que son esenciales para el posterior desarrollo de percepciones y sentimientos, no empiezan a formarse hasta las 28 semanas. Por eso es seguro que en las primeras 14 semanas no hay posibilidad alguna de actividad psíquica o vida personal. Naturalmente, el embrión es un ser vivo, pero también lo es el mosquito e incluso las bacterias. La mayoría de las mujeres embarazadas quieren llevar a término su embarazo y parir un bebé sano; ese bebé es lo más importante del mundo para ellas. El aborto siempre es un trauma y ninguna mujer lo realizaría a la ligera. La creación de un nuevo ser humano es un milagro maravilloso, pero la elección del momento oportuno para producir milagros en el vientre de una mujer debe realizarla esa mujer, no el ministro u obispo de turno. Por eso casi todos los países desarrollados han adoptado leyes de plazos como la española actual. No hay razón alguna para variarla”. Jesús Mosterín.

          “La lengua de la literatura apenas tiene relación con la lengua que se habla, es el resultado de una técnica esforzada y compleja, así que no parece raro que vaya desapareciendo, sustituida por una prosa que se arrastra por la tierra como las lombrices, pero con menos gracia. Escribir literariamente es una tarea extenuante y hermosa. Los literatos actuales tienden, razonablemente, a una escritura masificada”. Félix de Azúa.



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