No conocía
el parque de Arganzuela, una gran superficie lineal junto al Manzanares, bonito
para pasear o para soltar a los niños, y a los perros, ni, al final del paseo,
el inmenso espacio del Matadero. Son lugares agradables, llenos de actividades,
aunque a ambos, parque y Matadero, les falta algo por su juventud, no tienen pátina,
hace falta que el tiempo pase por ellos para que la vida se asiente y el hombre
deje su huella. En el Matadero, junto a una zona de feria, un edificio dedicado
a la danza, otro a biblioteca y otros más a exposiciones, el teatro Español
tiene dos salas. En una de ella veo Feelgood, cuando la tarde cae y la
feria grita cercana.
La impresión
que saco al final es la misma que me producen estos grandes espacios junto al
Manzanares, inacabada, inacabados. El hombre los está haciendo suyos, están en
proceso de humanización. Eso pasa con Feelgood. Obra del escocés
Alistair Beaton, trata un tema de actualidad, de fácil adaptación al presente
de España. Un grupo de asesores de un partido político preparan el discurso que
el presidente del gobierno tiene que soltar al final del congreso de su partido.
El juego de la política, la actualidad, las rivalidades, el efecto electoral,
la utilización de las debilidades personales para sacar ventaja. Todo lo que
sabemos de ese mundo que detestamos pero que nos atrae y del que no perdemos
ripio. Hay algo más, un asunto feo que se cruza en medio del congreso, corrupción,
estafa, desconsideración hacia los ciudadanos. Cultivos transgénicos
descontrolados. También de eso estamos informados. Me pregunto qué hubiera
hecho con todo eso David Mamet, aunque ya lo ha hecho, en sus obras de teatro y
en sus pelis.
Aquí, sin que la obra y su representación me desagraden, hay como
una especie de amateurismo. A la obra le faltan frases contundentes, más eficaces,
el giro que se pretende no sorprende tanto al espectador, no se ven demasiado
las transiciones, al humor le falta chispa. No sé si todos los personajes que
salen eran necesarios, algunos como la secretaria que lleva la agenda del
presidente, parece que no vienen ni van a ningún sitio, están perdidos. Los
actores están correctos, aunque exageran algo los gestos y a veces gritan sin
necesidad, no son actores que practiquen la contención. Pero como digo, pasé un
buen rato, quizá soy demasiado exigente.
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