Lo que está sucediendo en Cataluña es extraordinario. Extraordinario,
pero comprensible. Si en general, los políticos tienden a pensar que la
democracia es un formalismo que ha de ajustarse a sus necesidades, que pasan
por mantenerse o auparse al poder, en Cataluña o pasan de ella o la retuercen
hasta hacerla irreconocible.
El derecho
a decidir por ejemplo. Como demuestran cada día, ese derecho no tiene que
ver con que los ciudadanos expresen su voluntad en las urnas, aunque sea una
ciudadanía parcelada, acotada a una parte del territorio, no, de lo que se
trata es de que si algún día el pueblo se expresa, sea para convalidar lo que
la casta política ha decidido antes. Mucho antes de que el deseado referéndum
se celebre, si es que llega a celebrarse alguna vez, esa casta está creando lo
que ellos llaman estructuras de Estado, de tal modo que a la voluntad
ciudadana solo le quede la convalidación, nunca la revocación. En realidad,
como todo el mundo sabe, les importa un bledo lo que la gente opine. La última
encuesta del CIS, que es la encuesta más seria que puede existir hoy día en
España otorga a los independentistas un 33,7% de apoyo. Tampoco parece
importarles lo que los socios europeos opinen o las consecuencias económicas y
sociales de la independencia.
Sucede que
la casta política y parte de la empresarial está decidida por la independencia porque
ven en ella oportunidades de poder y de negocio, sin que en ello no haya una
gran dosis de ofuscación, y lo que quisieran sería rematar su obra con una la
voluntad popular que esperan sea maleable. Y si eso no pudiese ser, con la
presión, aumentar lo más posible su cuota de poder político.
Pero lo más
extraordinario de todo es la actitud del PSC, los socialistas de Cataluña. Siempre
han remado en dirección contraria a los intereses de sus votantes, pero ahora
están rizando el rizo. Sería incomprensible su posición si no se viese con
claridad la diferencia entre casta y ciudadanos, la casta del partido siempre
ha sido nacionalista y ahora tienen miedo a quedarse descolgados si la
independencia tuviese lugar. Es sintomática la discrepancia entre Carmen Chacóny sus compañeros. Estos quieren estar ahí,
al día siguiente de la independencia. Chacón quiere tener la oportunidad de
pertenecer a la casta política del Estado. Unos y otra luchan por pertenecer a
una casta, por salvaguardar privilegios, los suyos propios. La opinión que
tengan los ciudadanos les trae al pairo.
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