Una maravilla, el capítulo 12 de la primera temporada de
esta serie Deadwood, donde como en un baile a ritmo de música del oeste, entran
en colisión todos los asuntos desarrollados en los capítulos anteriores, el
amor y el poder, la fortaleza de carácter y la ira, la debilidad y la cobardía,
la corrupción y la empatía, el egoísmo más descarnado y la solidaridad con la
piltrafa humana. Es una serie cuyo fondo es el salvaje oeste, pero los
personajes no se comportan como personajes de carácter. Todos tienen alguna
revuelta, son complejos, no les mueven sólo las pasiones descarnadas o la fría
determinación por conseguir sus objetivos, están llevados y traídos por
sentimientos de los que no pueden prescindir. Pocas veces he visto una peli o
una novela tan complejos y tan bien montados como este capítulo.
Una hija que
no consiente ante el chantaje de su padre y que no le importan que le den una
paliza, el empresario más importante que ante la extorsión decide acabar con el
chantajista sin pestañear, a pesar de que es un magistrado y que al mismo
tiempo se remueve interiormente ante una puta que le ha desdeñado, otra puta
que de forma descarnada cuenta cómo llegó hasta ahí, un sheriff que se vende
ante el interés de otro empresario que quiere desalojar a la comunidad china de
unos terrenos que le interesan, un hombre que se tiene por íntegro pero que da
una paliza a un hombre dominado por la ira, un médico que ruega a Dios por la
muerte de un predicador que tiene un tumor en el cerebro que le provoca un
dolor indecible y así un montón de historias más, todas desarrollándose y
colisionando al mismo tiempo, en el mismo espacio.
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