Hay que ir a ver esta cinta con
la mente abierta. A ver qué pasa. Si es así será una fuente de sorpresas, de
inquietud, de solidaridad, de compasión, quizá de autorreconocimiento. El
protagonista vive en un pueblo de Ohio con su mujer, que hace pequeños trabajos
de brocantería y arreglos, y de su hija sorda. El hombre, Curtis, tiene un
trabajo duro, exigente, inseguro. Tiene amigos en el trabajo, pero cada uno con
sus problemas, puede que le ayuden o puede que no. Su hija, de seis o siete
años, puede mejorar su sordera con un implante cloquear, siempre que lo cubra
el seguro, claro está, y para eso hay que mantener el trabajo. Su mujer es
buena gente, lo quiere, pero ¿y si desconfiara de él?, como desconfía su
familia.
Porque
Curtis tiene un problema, un problema importante. Sufre alucinaciones que no le
dejan dormir, que complican gravemente su vida. ¿De qué tipo son esas
alucinaciones?, ¿es una herencia familiar, como las que llevaron a su madre a
un psiquiátrico o es un divertimento del guionista y director, Jeff Nichols,
premoniciones que anuncian una gran tormenta como no se ha visto, que acabará
con todo? Al estilo Shyamalan, por ejemplo. Así que Curtis trabaja para estar
preparado para cuando la tormenta llegue: un oneroso préstamo, tomar prestadas
las máquinas del trabajo para construirse un refugio familiar bajo tierra,
comprar víveres, máscaras antigás y soportar la desconfianza de amigos,
vecinos, familiares y jefes. La vida se le va a complicar de mala manera. El
espectador, y la familia de Curtis con él, asiste impotente pero solidario y
compasivo a la aventura de Curtis.
La peli está muy bien dosificada,
mejor interpretada, Michael Shannon es Curtis, sin truculencia, todo desarrollándose
de forma natural, hasta la escena final, en la que el director juega al cine y
quizá se cargue la buena fe del espectador benevolente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario