Hay una anécdota, que cuenta Jean François Revel en sus memorias, de cuando Guy Mollet, en la época de
Los idus de Marzo, otra película de George Clooney, presenta una imagen idealizada de la política que se acaba corrompiendo por el manejo de los hombres. El protagonista (Ryan Gosling) es un joven idealista que forma parte del equipo de un candidato demócrata a las elecciones americanas (George Clooney) al que sirve con lealtad porque cree en él y en su mensaje. Pero el joven idealista acaba descubriendo que la teoría es táctica, que todo está en función del objetivo sagrado de alcanzar el poder. Él mismo sufrirá en sus carnes la contradicción: envuelto en un turbio asunto de rivalidad y poder utilizará las feas tácticas que desdeñaba con tal de seguir en el equipo del candidato. Si Clooney quiere criticar el cinismo en el mundo de los políticos, su película parece demostrar que no hay otra vía para permanecer en él. Su principal defecto es el empaque con que trata el asunto, como si la política sólo pudiese ser contemplada de esa manera. Como peli es atractiva, está bien echa, sumará puntos a la leyenda de George Clooney como chico progre y enrolladamente comprometido, pero como reflexión sobre la política es tan simple como una charla mañanera ante un café en la hora del descanso laboral.
La historia está expuesta limpiamente, de forma elegante y clásica y los actores son tan conocidos como poco exigidos a la hora de interpretar, desde el propio Clooney y el joven Ryan Gosling, que acabamos de ver en Drive, a los más viejos Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti y Marisa Tomei.
La diferencia entre los buenos políticos y los nefastos no está en ser más o menos marrulleros para alcanzar el poder, eso se da por hecho, en su forma de preparar las oposiciones al cargo, sino en saber que una vez alcanzado se han de dedicar a solucionar los problemas, a entregarse en cuerpo y alma a la gestión del país aunque se tengan que quemar en ello. Lo que ha resultado insoportable durante estos años ha sido que a la vista de todos y ante una realidad que negaban hiciesen lo contrario de lo que pomposamente afirmaban como fidelidad a los principios.
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