miércoles, 7 de marzo de 2012

La noche feroz


            Se podría decir de esta novela recién publicada, de Ricardo Menéndez Salmón, que está escrita con bárbara concisión. Es una novela breve de apenas 103 páginas, con muchos capítulos titulados y con páginas en blanco entre ellos. Como primerizo lector de Salmón, he de decir que tan grande fue para mí su descubrimiento con La luz es más antigua que el amor, como ahora, con La noche feroz, la decepción. No voy a perder, por ello, la estima hacia este autor, su caída no es tal, sino una mala elección editorial. Los escritores mejoran con el tiempo, con la experiencia que les da la vida, la mayoría pasan por años malos cuyas producciones guardan normalmente en un cajón o destruyen. El éxito que ha catapultado a Salmón es La luz es más antigua que el amor. Hasta llegar a ella ha escrito otras cosas muchos menos interesantes, a algunas las he echado un ojo y claro ya se veía que no tenían la madurez que el autor ha alcanzado a día de hoy. De ahí la decepción de La noche feroz, que está escrita bastante antes que la novela que le ha dado éxito, de lo que sólo me enterado al llegar al final de la lectura. Quizá la editorial le ha exigido publicar lo que guardaba en el cajón.

            ¿Por qué me parece decepcionante? Está bien escrita, se nota la voluntad de precisión, la contundencia expresiva, la selección del léxico, la definición de los personajes, de fijar sus caracteres, de hacer que cada escena sea significativa, hasta el punto de que cada una de ellas sea una pieza necesaria en la arquitectura alegórica. Pero se le nota demasiado, es decir, el autor se encorseta tanto que la novela se convierte en cliché. Es una alegoría maniquea, aunque él no lo pretenda, a pesar de la resolución, de la sorpresa final de la historia.

            ¿De qué es alegoría? La acción sucede en algún pueblo encajado en las montañas del norte de España, en 1936. Sucede un hecho violento, la violación de una niña. Una partida, pintada con los trazos de la España más negra, dirigida por un cura montaraz, y a quien acompañan sus perros y la propia Muerte, un hombre a lo Gutiérrez Solana, a quien apodan así, se pone en marcha para cazar al culpable. Susto y muerte. En el otro lado, el maestro del pueblo, Homero, y un prestamista, Irizábal, tan rico y aislado como envidiado en el pueblo. El único personaje desdibujado, que no acaba de encajar. También hay una familia de brutos, sucios y amorales, con quien Homero cena y conversa, y que le sirve al autor para enlazar con Valle-Inclán. Hay más referencias literarias, se nota la voluntad del escritor por delimitar su estilo. Después aparecen un par de hombres con un hatillo y mucha hambre, que acaban de traspasar La Raya en busca de trabajo. Y ya tenemos la historia al completo, su simplicidad formal, hasta el punto de que está fabricada como si fuese a ser representada en un teatro, los caracteres tan concisos como para encajar en la trasposición alegórica de la España negra y dual.

            No es que el autor utilice muchos adjetivos pero la sensación del lector es que la lectura avanza al ritmo de la adjetivación, mostrando los objetos, los personajes, señalándolos, fijándolos, el decorado en las escenas, como elementos fatales que se encaminan de forma inexorable al estallido de lo que ha de suceder. Como en toda alegoría el significado está marcado con hierro al rojo vivo, no caben medias tintas, ni matices, el ritmo martillea, la escritura se aprieta como en un soneto, cada palabra encaja como un sillar en el muro de una catedral.

            ¿Cuál es el problema? Que el autor cierra todos los caminos al lector, no le permite intervenir, fantasear, interpretar, hacerse un mapa del lugar -España-, escoger los personajes simpáticos y los odiosos, rellenar huecos, reconstruir, porque todo se le da hecho, la explicación es cerrada. Si Salmón opta por una escritura concisa, desadjetivada,  moderna, también debe optar por contar con el lector. Eso lo hace mucho mejor en el libro con el que conocí y me deslumbró: La luz es más antigua que el amor.

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