1. Es periodismo socialdemócrata forzar los hechos y las
palabras para que coincidan con los prejuicios.
Así ve el periódico la detención de 19 islamistas en
Francia:
“Sarkozy rentabiliza los atentados de Toulouse y el avance del Frente de Izquierda y se coloca en cabeza a tres semanas de la primera vuelta”.
Por si acaso, el corresponsal, que lleva meses anunciando la victoria de Hollande, anuncia que la realidad no puede imponerse a los deseos. Ese
“no deberían” es el ejemplo de su independencia e imparcialidad:
“El problema para Sarkozy es que la división de la izquierda y la ola emotiva de los atentados no deberían ser un factor decisivo en la segunda vuelta”.
Cuando una ley, un proyecto, un programa no sale adelante es
porque se vendió mal, no porque los jueces del Supremo consideren que vaya en contra de la constitución o no
satisfaga a la mayoría del país:
“Obama paga ahora el precio de una reforma que se quedó a medias, ininteligible para la mayoría de los norteamericanos —solo el 26% la apoya— y que vendió mal”.
El periódico subraya, en la edición de papel, una frase de
la vicepresidenta, sacándola de contexto, para hacerla decir algo que en ningún
momento quiso decir:
“Santamaría, sobre los incidentes de Barcelona: ‘No son la sociedad española”.
En cambio, por ningún lugar destaca “las aguas podridas”, en
referencia a España, del hijo de Pujol:
“La barca la capitanea ahora el presidente Mas, y, tras vosotros, multitud de barcas y barquitos a los que nos habéis enseñado por donde superar los escollos y huir de estas aguas podridas que nos ahogan“.
Por ejemplo estos extractos de las Cartas de Saul Bellow:
“Un escritor debería ser capaz de expresarse de manera fácil, natural, en una estructura que libere su mente, ¿por qué tendría que ceñirse a las formalidades?”
“Una novela, como una carta, debería ser suelta, cubrir mucho terreno, avanzar rápidamente, asumir el riesgo de la inmortalidad y la decadencia”.
O lo que dice un personaje de Verano, la novela
autobiográfica de Coetzee, al alter ego del autor:
“¿Cómo puede usted ser un gran escritor si es tan sólo un hombrecillo corriente?”.
O lo que escribió Simone Weil en su libro La gravedad y la
gracia (1947):
“Estrellas y árboles frutales en flor. La completa permanencia y la extrema fragilidad proporcionan por igual el sentimiento de la eternidad”.
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