viernes, 16 de marzo de 2012

"El automóvil es el invento más apocalíptico de todos los tiempos"

Pasará la crisis y no se habrá cumplido mi sueño, la desaparición del coche de nuestras ciudades.

Kenneth Frampton (Woking, Reino Unido, 1930), arquitecto:
"El automóvil es el invento más apocalíptico de todos los tiempos. Más aún que la bomba atómica, porque está por todo el mundo y no tiene vuelta atrás. El automóvil está tan integrado en el funcionamiento de nuestra economía que no podremos prescindir de él. Aunque caminemos".
"El crecimiento sin límites no hace ciudades. Es un reflejo del consumismo".
           ¿Cómo es que nadie pone en cuestión el coche? Filósofos, periodistas, sociólogos, médicos, urbanistas, psicólogos, políticos, nadie dice una palabra sobre objeto tan invasivo. ¿Nadie ve lo que en realidad es desde que apareció en nuestras calles para ocuparlas y adueñarse de la ciudad y del paisaje? Desde cualquier aspecto el coche es una catástrofe: por la cantidad de gente que mata –muchos más que cualquier guerra o cualquier epidemia-, por el número de los que contamina y enferma, por el de los que enloquece. El coche ensucia nuestras ciudades, las llena de ruido; ha expulsado a los ciudadanos del centro de la vía pública, confinándoles en aceras estrechas; ensucia sus pulmones, destruye sus oídos, altera sus nervios.
            Ahora mismo no hay razón para que el coche siga existiendo. Como en democracia, tenemos la tecnología que hace posible la voluntad y el deseo mayoritarios expresados al instante, así en el coche: disponemos de los medios para hacer innecesario el vehículo particular. Trenes rápidos, metros invisibles, tranvías limpios, bicicletas anticolesterol. La ciudad habitable está a nuestro alcance ahora mismo.
Es inconcebible que este debate no esté en la calle, ni siquiera los sentados del 15-M lo plantean. ¿Qué otra cosa, aparte la democracia participativa e instantánea, puede haber de más importante? Mucho más que monarquía o república, mucho más que el problema de la energía o el del cambio climático ocasionado por la acción humana, resolubles en parte si se erradicara el vehículo particular. Sólo la pereza de la mayoría y el obtuso interés de unos cuántos lo explica; ni siquiera la pérdida de empleos podría justificarlo: se necesitarían esos empleos caídos para la nueva y pujante industria del transporte público.

             Hay dos urgencia ahora mismo: implantar la democracia electrónica, por medio de la que todos nos sintamos responsables de la vida en común y la erradicación del coche. Y un impulso moral: disociar el dinero del triunfo social. Hemos de admirar, reconocer y premiar a quienes hacen cosas por la comunidad y menospreciar o arrinconar a quienes exhiben sus fortunas.
El coche se consolidó como emulación del rico. Todo el mundo quería ser como el rico. Su posesión salvaba el bache entre la vida del rico y la miseria del pobre. La actual desgracia viene de otra emulación: la acumulación, la brutal desproporción entre el salario del alto ejecutivo, del deportista, del consejero de comunidad y el salario medio. Esa desproporción indica el camino del triunfo social. 

Después de todo no ha sido imposible desprenderse del tabaco.

No hay comentarios: