Largas
colas, a las que se da paso poco a poco, en la entrada a la exposición. Dentro,
mucho colorido, oscuro a veces, otras luminoso. La gente mira con atención, se
detiene, hace comentarios. Se ve de inmediato que Chagall es un pintor popular.
¿Qué vemos?
En la época de la que se ocupa la exposición de la Fundación Caja Madrid, entre
los años 1948 y 1985, vemos la pareja de amantes que se repite en casi todos
los cuadros, a veces con una oscura mancha sobre el sexo de la mujer, vemos
animales, vemos ramos de flores, vemos colores intensos, aplicados por zonas,
grandes manchas que definen espacios o personajes o ambientes que parecen más mentales
que reales.
Lo que
salta a la vista enseguida es el dualismo. Dos mundos en cada pintura de Marc
Chagall, uno pegado al suelo y, el otro, símbolos en el aire, figuras
despegadas, como en el Greco. Dualismo compositivo, en el que aparecen colores
enfrentados. El blanco frente al negro, el malva frente al verde, el rojo
frente al azul, y alrededor de los colores dominantes los demás, en forma de
manchas, como en el fauvismo, o de franjas, como en las vidrieras medievales.
Estamos en la era del color, cuando el color ya ha ganado la partida a los
grandes asuntos, al problema de la composición o del realismo, cuando el color
señorea la pintura, a solas en el lienzo.
No es que
no haya otras cosas además de color. Los cuadros están llenos de iconos, apenas
hay espacio libre, horror al vacío, pero todo está al servicio del efecto que
la armonía de colores produce, como en el fauvismo, pero sin preocupaciones
técnicas o vanguardistas. ¿Qué añade Chagall? Un galimatías de símbolos, la
mayoría religiosos, fáciles de descifrar: animales que se repiten una y otra
vez: el gallo, la cabra, el ave de pico, peces; el violín; la pareja de amantes
fundidos; el ramo de flores. Elementos que le hace conectar por el gusto
popular. Y todo ello expuesto sin preocupación por la profundidad, desdeñándola,
alejándose de la metafísica de la pintura, huyendo del significado, del gran
debate, del pintor filósofo. No acabo de ver todas esas referencias que se dice
a la tradición rusa y judía, el pasado garante de su identidad, los ritos y las
costumbres, el alma del pueblo ruso. Veo imágenes que se refieren a todo eso
pero no una función trascendente en los cuadros.
Nunca da la
impresión que Chagall sea un pintor original, detrás de una composición, de la
distribución del color, de la manera de presentar un paisaje siempre se ve la
huella de un pintor contemporáneo o el eco de algún momento de la historia del
arte. Esos colores los hemos visto en las danzas de Matisse, vemos las
referencias góticas: gárgolas, vidrieras, nos suena la geometría de Los
tejados Rojos a Cezanne, vemos las manchas de Gauguin, los colores lisos de
Matisse en La danza, a Van Gogh en El Monstruo de Notre Dame.
La obra de
Chagall aparece como una descuidada, un tanto anárquica, suma de estilos da la
vanguardia que vivió en su juventud al llegar a Paris, de los descabalados tics
de los grandes maestros, sin otra aparente función que la meramente decorativa.
Chagall es un decorador, por eso es popular, por eso gusta, más fino, con mejor
oído que el pintor dominguero para hacer sus collages.
Chagall se
comporta como un gran aspirador de imágenes, de iconos que otros han creado,
que ya estaban en la enciclopedia del arte. Por ejemplo los iconos que aparecen
en La Guerra
se parecen demasiado a los de Picasso, pero no parece que tengan un significado
tan preciso como en el pintor malagueño: la llama, la mujer con niño, los
brazos levantados, las figuras tendidas, los animales totémicos: la cabra
blanca en cuyo lomo cabalgan los inocentes en ningún momento provocan la dramática
emoción del Guernica. La influencia de Picasso en la última etapa es muy
grande, en El desnudo malva, por ejemplo o en El circo, ese macho
cabrío sobre un payaso.
El problema
de Chagall es la redundancia, se repite una vez y otra hasta hacerse pesado
como la visita de una tía en las tardes de domingo.
No me importa lo que digan los críticos, su interpretación,
he ido relativamente desarmado a la exposición. Esto es lo que he visto.
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