Acto 1º
Quiero ir a
ver esta peli francesa, Declaración de guerra, no sin cierto recelo: una
pareja joven que afronta la dura enfermedad de su hijo, un cáncer, sin ahorrar
nada al espectador, al menos es lo que dicen los críticos, pero si no vamos a
ver la realidad al cine o a la literatura para qué los necesitamos. El cine
francés es el mejor de Europa, así que seguro que no me defrauda. Por un
momento parecía que el cine danés estaba a la cabeza, pero le perdió la
teatralidad, el formalismo, acabó con una buena idea, las ideas de Dogma. El
cine francés no ha perdido la potencia de antaño, al contrario, creo que se ha
vuelto más realista, más útil a nuestras necesidades.
Acto 2º
No hay
mucha gente en la sala, personas mayores todos. El cine ha dejado de interesar
a los jóvenes o estos se buscan la vida por otros medios. Y sin embargo la peli
la protagoniza una joven pareja, la misma que la interpreta, la produce, la
dirige, canta y baila, en fin, todo lo que se puede hacer en una película. Y
además lo que cuentan es su historia y es una historia moderna, actual,
verdadera, sin trampas, sin efectismo ni dramatismos. ¿Es que a los jóvenes no
les interesa verse reflejados en la pantalla? Una lástima que en esta ciudad
donde habito no respeten la versión original y la pasen doblada, hasta una de
las canciones está doblada.
La película
da lo que prometía. La pareja se conoce, se ama, tienen un hijo, comienzan a
vivir como cualquier pareja joven; cogen un piso de segunda mano, lo reforman
con ayuda de familiares y amigos; andan mal de dinero, pero son felices. En el
cine la felicidad se muestra en movimiento: correr, saltar, bailar, cantar.
¿Felices?, hasta que les declaran la guerra. El niño crece, va a la guardería y
comienzan a sucederle cosas imprevistas: vomita, se le hincha un lado de la
cara, un médico le detecta asimetría en el rostro; comienzan las consultas, las
pruebas, el diagnóstico; el niño tiene un tumor cerebral y además agresivo; le
operan, le someten a quimio y luego a radioterapia; le aíslan en un centro
oncológico para niños, los padres quedan aislados con él. Eso es lo que cuenta
la película. La alegría de la vida, el trauma, la depresión, el estrés, la
adaptación.
Los
protagonistas de la historia real lo cuentan en una película muy dinámica, con
música variada, con mucha gente alrededor, con más movimiento que
introspección, con un cierto aire nouvelle vague, huyendo del patetismo,
con alguna lágrima, con buenas dosis de humor, intentando mostrar la vida tal
cual es, aunque no se pueda obviar cierta teatralización. La música funciona
muy bien subrayando o construyendo el marco de las secuencias; especialmente
logrado el momento en que se anuncia a familiares y amigos el diagnóstico, con
la música de Vivaldi de fondo. Bien por Valérie Donzelli y Jérémie Elkaïm.
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