martes, 14 de febrero de 2012

Darwin en el MEH


          
             Tomando como excusa una de los posibles aniversarios de Dawin, el Museo de la Evolución Humana, en Burgos, celebrara unas sesiones didácticas sobre la historia de la evolución. Son sesiones en que se invita al público a acudir al museo con afán de aprender y confrontar ideas y teorías. El museo organiza pequeñas exposiciones, cursos, talleres, conferencias –ahora mismo se pueden ver ésta dedicada a Darwin y otra sobre los neandertales- que requieren esfuerzo y concentración, porque no se trata de deambular por el grandes espacios del museo, sino de leer mucho y mirar con atención: carteles, textos, citas, vídeos, imágenes, mapas, alguna reproducción, de modo que o se pasa de largo sin ningún provecho o se detiene uno en la información en que se exponen opiniones diversas y hasta contradictorias.

            Esta exposición de Darwin comienza con una explicación de una monitora sobre la historia de la evolución y sigue con una serie de videos y textos presentados en el interior y en el exterior de una reproducción del casco del Beagle a tamaño real, por donde el invitado deambula como si leyese un ensayo ilustrado, con varios monitores a mano por si quiere que le añadan información o le expliquen algún concepto.

            El visitante se va enterando de cómo ya los clásicos hablaban del ludus naturae, para referirse a los fósiles y los escolásticos de la scala naturae, para indicar que los seres vivos estaban distribuidos en la tierra como una escala con sucesivos peldaños, desde el gusano hasta el hombre, los ángeles y Dios, del salto que en el siglo XIX se produjo desde el fijismo y la paleontología comparada de Linneo y Cuvier al transformismo de Lamarck, y de este, gracias al viaje de Darwin en el Beagle, en 1831, y a sus descubrimientos en las islas Galápagos, gracias a la observación de las diferencias en las tortugas y los pinzones en las diferentes islas, a la proposición, junto a Wallace, en 1858, de que las especies no son inmutables, y, al año siguiente, a publicar El origen de las especies. A partir de entonces la ciencia de la vida no volvería a ser la misma, arreciaron las polémicas, como la de Huxley, que aunque defensor de la evolución no aceptaba la selección natural, con el obispo Wilberfoce, en Oxford, y la teoría de la evolución fue ensanchándose y afirmándose con la introducción de la genética, ya en el siglo XX, en el llamado neodarwinismo, y con la inclusión de la mutación en lugar del azar, para explicar los cambios, y el actual debate entre neodarwinistas, que defienden un cambio constante y una evolución predominantemente lineal, y los defensores de la llamada teoría del equilibrio puntuado -Eldridge, Gould- para quienes las especies aparecen rápidamente por ramificación y luego cambian poco, de modo que la especie madre puede convivir con la hija. De la exposición se deduce que la evolución no está programada ni es lineal, que no obedece a un diseño ingenieril, sino que más bien es el resultado de una suerte de bricolaje donde se han ido utilizando los materiales que estaban a mano.

            La gran aportación de Darwin, visto con perspectiva filosófica, es que ante las tres grandes preguntas que el hombre se ha planteado, ¿Quiénes somos?, ¿De dónde venimos?, ¿Adónde vamos?, las dos primeras quedan reducidas a una, los hombres somos el producto de la historia, el resultado de la evolución.

            El propio Museo de la Evolución Humana está concebido con el mismo espíritu científico. El visitante va a informarse y a participar en el debate que sobre fósiles y teorías sobre ellos se le ofrecen. Es aconsejable, por tanto, acudir bien despierto y con muchas horas disponibles, de otro modo no sacará ningún provecho y la visita le resultará un peñazo.

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