jueves, 4 de agosto de 2011

Madeira 1. Curral das Freiras desde Eira do Serrado


Avisaban de la pequeñez del aeropuerto, pero no lo es tanto. Parece que lo han ampliado sobre el mar. La adrenalina queda para otros lugares de la isla.

Me admira la educación de los portugueses, en general, su discusión silenciosa, esa manera de conversar sin levantar la voz. No es por supuesto un rasgo étnico que los diferencie de gallegos, vascos o catalanes, de españoles en general, sino fruto del poso de una educación secular.


Si alguien más se decide a pasar las vacaciones en Madeira que piense que es un tobogán de subidas y bajadas, que se necesita coche para moverse, que las pendientes son bruscas y que más de una vez el coche le probará los nervios. Para mí lo mejor de la isla es el paisaje, de origen volcánico. Hay muchos miradouros, algunos emboban la mirada. Uno de ellos se halla en Eira do Serrado. Abajo, en el fondo de una cubeta está Curral das Freiras, lugar protegido por enormes paredones, fruto en parte de la explosión volcánica y en parte excavado por un río. En el siglo XVI las monjas de Santa Clara subieron a ese lugar protegido para escapar a la molesta visita de piratas de todo pelaje que buscaban en Maderira los frutos de su comercio con los Países Bajos.


En Eira do Serrado encontramos el hospedaje en un hotel silencioso, con vistas extraordinarias y con una comida de la que es imposible quejarse. Desde de terraza el ocaso del sol, el juego de ascenso y descenso vertical de las nubes empujadas por masas de aire cálido y fresco, por el cambio térmico súbito, es un espectáculo cada día. Cuando se levanta el sol y desaparece tras el farallón rocoso que mira al oeste, la humedad retenida en las zonas boscosas explota hacia arriba con violencia en forma de nube, que pronto es absorbida por masas más amplias de nubes que vienen del norte, más frescas y húmedas, que no consiguen, sin embargo, bajar hasta el fondo de la cubeta, empujadas hacia arriba por el aire más cálido.


Todo sucede a gran velocidad, el valle visto desde arriba se viste y se desviste de nubes blancas que lo inundan o lo clarean. Al amanecer el espectáculo es parecido, de un instante a otro la cubeta del Corral das Freiras se llena de sol o queda oculta bajo espesa niebla.

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