"Todo lo escrito por los griegos se ha preservado sólo en una escasa porción. Tenemos los nombres de un centenar de historiadores griegos, pero apenas poseemos las obras de tres de ellos pertenecientes al periodo clásico y algunas más pertenecientes a tiempos posteriores. En Atenas fueron representadas más de dos mil obras teatrales entre el 500 y el 200 ac, pero apenas si podemos leer o representar cuarenta y seis" (K.J. Dover, Literatura en la Grecia Antigua).Fernando Báez en su Nueva historia universal de la destrucción de libros calcula que el 75% de toda la literatura, la filosofía y la ciencia griega se perdió. Por ejemplo, de las 120 obras conocidas de Sófocles, sólo quedan 7 en estado íntegro. De los 9 libros de Safo de Lesbos, apenas podemos leer dos odas y de los 5 libros de la otra gran poetisa, Corina de Tanagra, competidora y vencedora de Píndaro, nada. De las 82 tragedias de Eurípides conservamos 18. De todos los presocráticos y sofistas quedan fragmentos, como de los cínicos, los escépticos o los estoicos, así como los 47 libros de las Memorias históricas de Estrabón están perdidos. De las 40 comedias de Aristófanes, 11, por no hablar de tantos autores de los que no ha quedado nada. A Empédocles su familia le quemó sus libros por impío, la misma acusación que recayó sobre Protágoras y sobre su libro Sobre los dioses. El libro fue quemado y las copias confiscadas de casa en casa, asegura Fernando Báez. Platón acabó con los tratados de Demócrito y Heráclito, sacerdote de Ártemis, perdió su gran tratado Sobre la naturaleza, cuando Eróstrato para hacerse famoso incendió el templo de Ártemis o de Diana en Éfeso, donde estaba depositado. También Hipócrates, el del Juramento Hipocrático, era un pirómano: prendió fuego a la biblioteca médica del templo de la salud de Cnido quizá para evitar acusaciones de plagio, aunque la versión más benigna diga que no quería dejar en mano de profanos los misterios de la vida y de la muerte. Sus escritos estaban compilados en 70 libros de los que quedan 60.
Los historiadores disputan sobre el final de la gran biblioteca de Alejandría. ¿La quemaron los árabes cuando la ciudad cayó en sus manos? La frase atribuida al califa Omar I, el segundo sucesor de Mahoma: "Si los libros contienen la misma doctrina del Corán, no sirven para nada porque repiten; si los libros no están de acuerdo con la doctrina del Corán, no tiene caso conservarlos", parece una falsa atribución, escrita seis o siete siglos después. ¿Fueron devastados los edificios de la biblioteca, el Museo y el Serapeum, durante las guerras civiles romanas? Una parte se quemó cuando Julio César incendió los barcos que le sitiaban, otra parte destruida por las tropas de Caracalla y otra más por el asalto a la ciudad ordenada por Zenobia de Palmira y otra más tras las órdenes de Diocleciano. 23 terremotos asolaron Alejandría entre el 320 y el 1303. Especialmente devastador fue el del 365 que destruyó muchos edificios. Fernando Báez apunta una cuarta hipótesis, la negligencia: las divisiones políticas, la decadencia de la ciudad, el miedo de los bibliotecarios que la abandonaron por lugares más seguros fueron sumiendo a la biblioteca y a sus libros en la ruina. Sobre cuantos rollos de papiros pudo contener la biblioteca de Alejandría también hay disputa: de los 20.000 a los 700.000. Una cifra razonable parece la ofrecida por el bizantino Juan Tzetzes: 42.000 manuscritos en el Serapeum y 490.000 en el museo.
Para quien le interesen estos temas el libro de Fernando Báez es insustituible.
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