En esta su última película David Lynch llevó al extremo su concepción del arte de hacer películas. La confusión del espectador antes de que se ponga a reflexionar sobre lo que ve es máxima. La película aparece como una sucesión fragmentada de escenas. Lynch la rodó con una cámara Sony de mano y un guion sin terminar - entregaba a los actores los diálogos antes de comenzar a rodar. En una entrevista decía que esperaba que en una escena sucediesen cosas mientras rodaba.
¿Qué nos está contando en Inland Empire? ¿Es un remake de una vieja película polaca inacabada y maldita? ¿Es el trastorno una vez más de la mente de la protagonista que confunde realidad y ficción? También aquí una joven actriz, Nikki Grace - Laura Dern- hace una prueba para un papel en una película. Una vecina de la urbanización – con aspecto de bruja - predice que lo conseguirá y el marido polaco de Nikky le advierte de las consecuencias: en la película original polaca morían los dos protagonistas, aquí también ocurrirá dice la bruja. A pesar de las advertencias los actores protagonistas, Nikki y Devon se enamoran tanto en la ficción como en la realidad. A partir de ese inicio realista, Nikki confunde o mezcla el escenario de la película con su propia casa, así como el orden temporal.
Es difícil poner orden en las escenas que uno está viendo. Se suceden mezclados el rodaje de la nueva película con escenas de los años 30 - hay actores de Hollywood y actores polacos, escenas rodadas en Los Ángeles y escenas rodadas en Polonia -, la vida actual de la actriz con su marido y otra con un marido polaco en el pasado. También aquí hay un personaje onírico, fantasmal, que desata acciones violentas. Cuando creemos estar viendo una escena de la vida real, resulta que es una escena de película y cuando el rodaje de la película ha concluido Nikki sigue viviendo en el mundo de ficción: sale del rodaje a la vida real y de esta otra vez a la ficción, al escenario de una teleserie con conejos antropomorfos -una serie real del propio David Lynch.
Reiteradamente, a lo largo de la película vemos a una chica llorosa, una prostituta a quienes hemos visto en la primera escena de la película tener una mala experiencia, espectadora como yo espectador, mirar la pantalla de un televisor donde aparecen los conejos antropomorfos - ¿inofensivos espectadores apáticos?, ¿protagonistas de una vida sin vida?.
Si en las películas anteriores de algún modo, se podían separar las escenas reales de las fantasmales u oníricas aquí la distinción es imposible, no hay barrera entre lo real y lo fantástico, uno se subsume en lo otro.
Cuando a Lynch le preguntaban sobre el significado de su película solía responder con una cita del Upanishad :
Somos como la araña. Tejemos nuestra vida y luego avanzamos en ella. Somos como el soñador que sueña y luego vive en el sueño. Esto es cierto para todo el universo.
La trilogía de Los Ángeles de David Lynch da vueltas en torno a Hollywood, el fabricante de sueños. En las últimas escenas de Inland Empire comparecen otras obras del autor: imágenes, voces, temas. Lynch se muestra a sí mismo como creador del lenguaje de imágenes, a Hollywood como la gran fábrica que simula o reproduce la vida real. ¿Cuál es su materia prima? ¿De qué están hechas las películas? Si Inland Empire es la respuesta podríamos decir que no es diferente de la realidad fragmentada, inconexa, desordenada que son los sueños. Y lo que aparece en los sueños son los restos del naufragio de nuestra vida, representada por las protagonistas trastornadas de sus películas: sometidas, usadas y abandonadas por los hampones que gobiernan los negocios, que gobiernan la vida.
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