El 47 narra un episodio singular en la vida de la ciudad de Barcelona. El 7 de mayo de 1978 el conductor de un autobús municipal, Manuel Vital, secuestró literalmente un autobús de la línea 47 y lo llevó adonde según las ordenanzas no podía llegar, al montañoso barrio de Torre Baró. El barrio había crecido desde finales de los 50 a base de chabolas construidas por los inmigrantes extremeños, andaluces y gallegos que iban llegando a la ciudad. Las condiciones del barrio eran las peores, el agua y la luz intermitentes, las calles de tierra bacheada, sin asfaltar y sin gran interés de las autoridades por mejorarlas.
Ese es el contexto, de la película. Nada que objetar a la película como producto. Además del personaje bien interpretado por Eduard Fernández - también Clara Segura lo hace muy bien-, buena parte de la película se construye con material de archivo - las calles, los edificios, la circulación -, lo que le da veracidad. Es el lado positivo. En el negativo, la película se ha hecho con intención de no molestar, que es en general la actitud de los creadores de productos culturales.
Al convertirlo en un asunto personal - un conductor que acerca el autobús al barrio - edulcora la realidad y al hacerlo asume el discurso atmosférico dominante (hay muchos elementos en la película que así lo muestran). El personaje y el barrio se enfrentan a un enemigo indefinido, extraterritorial, una burocracia obtusa que parece no depender de nadie. Varias veces se repite que los vecinos se han instalado en ese barrio de Barcelona porque han sido expulsados de su tierra, un dictum que podría ser aplicado a cualquier tipo de migrante, cosa que no se dice en los demás casos, como si las migraciones no fuesen un hecho universal en toda época. Hay lugares en que se vive mejor que en otros, por eso se mueven las gentes, para vivir mejor.
El enemigo es exterior y necesario, extraterritorial, al que se enfrentan tanto los humildes vecinos de Torre Baró como las élites que les dan trabajo y que gobiernan la ciudad, y de quién realmente dependen las condiciones materiales en que viven las gentes del extrarradio. Falsa conciencia se llama la figura.
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