viernes, 23 de febrero de 2024

Priscilla

 



"Si te llamo, necesito que estés ahí para mí", le dice Elvis a Princilla por teléfono.


Elvis está escuchando maquetas de nuevos temas.

- Cilla, ¿te gusta?

- No sé si me gusta. Le falta eso que nos hace pegajosas.

Él le lanza un objeto a la cabeza y luego le pide perdón.


Has perdido la cabeza. Tienes todo lo que una mujer desearía”.


Sofia Coppola tiene un don para crear imágenes que luego quiere que vea el espectador. Quizá lo haya heredado de su padre. Recuerdo sus películas - María Antonieta, Lost in Translation, Las vírgenes suicidas- por el colorido, el movimiento, la coreografía, más que por lo que sus personajes estén diciendo, pues el cine es, o debe ser, el arte de las imágenes en movimiento: lo que tenga que decir una película ha de ser dicho por el destilado que surge del conjunto de artes que participan en su producción, no por el guion escrito. Los grandes directores lo entienden. Un don en el que se asemeja a algunas de las películas de su padre: Cotton Club, Corazonada, El Padrino III, etc...


El problema con Sofía Coppola es cuando quiere transmitir una idea general, un saber, más allá del arte de hacer películas, es decir, cuando quiere ser socióloga o filósofa además de cineasta. En eso también se parece a su padre.


Lo que pretende con Priscilla es demasiado explícito, demasiado evidente, la mujer convertida en objeto a través de su romantización. Pocas parejas tan ‘ejemplares’ como la que formaron Elvis Presley y Priscilla Beaulieu para transmitir el canto del cisne de la pareja romántica. Presley moldeó a Priscilla siguiendo el patrón romántico que tenía poco más de un siglo de existencia. Como modelo se convirtieron, a su vez, en el ejemplo a seguir para un par de generaciones. Como en cualquier forma de vida idealizada, ellos mismos, Presley y Priscilla, sufrieron el efecto de dicha patología. Fueron infelices, se autodestruyeron. Coppola quiere redondear su obra haciendo que Priscilla abandone a Presley y se libere. Al final de la peli hay gente que se despide y una puerta cerrada que se abre. No deja de ser la promesa con la que el cine narra sus idealizaciones. Sabemos de las vidas de Elvis Presley, de Priscilla y de su hija Liza no fueron vidas que acabasen felizmente.


No siempre fue así, ha habido otras formas de relacionarse hombre y mujer en una unión con la promesa de durar: a través del rapto, el derecho de conquista, el acuerdo entre familias, el contrato matrimonial. De lo que la mujer se está liberando en la actualidad es de su romantización: de ser mujer objeto a través de la idealización. Elvis Presley conoce en una fiesta a la adolescente Priscilla Beaulieu, cuando está destinado en un cuartel en Alemania, convence a su padre militar y se la lleva a Menphis. La mete en un colegio católico, la transforma físicamenente, la encierra en Graceland en un ambiente de control absoluto, hasta convertirla en la imagen de mujer con la que sueña, una imagen de muñeca desexualizada. Priscilla enamorada se deja hacer. Liza, el producto de su tardío matrimonio, seguirá el mismo proceso. Sofía Coppola diseña una ultima secuencia en la que la mujer se libera. Cilla, en medio de una fiesta se despide de la corte que Elvis ha creado a su alrededor, monta en su coche, abre la puerta cerrada y escapa.


Prueba de que esta peli no es un biopic al uso, es decir, una historia sobre la vida de la pareja Elvis/Priscilla es que Sofía no se interesa por la faceta musical de Elvis, ni siquiera hay una canción interpretada por él en la banda sonora. La peli, como digo, presenta un caso ejemplar de romantización. Una romantización, por cierto, que Betty Fridan ya había desmontado en 1963 con La mística de la feminidad.



No hay comentarios: