Iniciamos el día en Puerto Varas, que no está muy lejos de Puerto Montt. Actualmente es una ciudad turística y residencial, con un paseo en la orilla del lago Llanquihue, casas de madera de estilo alemán de buena factura. La ciudad se creó en las riberas del lago en 1864 cuando el gobierno ofertó hectáreas de terreno a los pioneros, alemanes por encima de cualquier otra procedencia. Apuntamos la cámara por encima del lago en dirección al volcán Osorno, al fondo, fotos de postal si no fuese por la turbia luz del día. Es verano y abundan los turistas. Cada vez me pregunto cuánta gente en este país puede disfrutar del ocio organizado. La vida está más cara que en España. Las muchas hectáreas que el gobierno daba a los pioneros se han convertido hoy en parcelas para la clase media ascendente que quiere tener una casa y un terreno junto al lago y frente al nevado volcán Osorno.
Mientras tomamos un café - 5 € un capuchino- en la plaza de armas nos sorprende una columna de humo negro que emerge de un edificio comercial. Está ardiendo. Pronto aparecen llamas altas y furiosas; adivinamos el combustible: madera vieja y productos comerciales. La plaza se llena de humo sucio y tóxico y de curiosos. Los bomberos - hemos visto el parque bastante cerca - tardan en llegar. Tardan en llegar. A lo largo de la tarde nos enteraremos que ha habido cuatro muertos en lo que llaman el 'mall chino'.
El programa del día es visitar el primer Parque Nacional de Chile, declarado como tal en 1926. En su interior están el volcán Osorno, cuya blanca silueta cónica se impone a cualquier otra cosa por aquí, los volcanes Calbuco, que entró en erupción en 2015, el Tronador y el Puntiagudo, que hace o no a su nombre. Chile tiene más de 5000 volcanes. El lago Llanquihue centra cualquier perspectiva. El Osorno está extinto pero saltó por los aires a mediados del siglo XIX.
El parque hace frontera con su correspondiente argentino; juntos conforman una reserva de la biosfera de bosque templado lluviosos. Pumas, zorros y el pudú, el ciervo más pequeño del mundo, pueblan el parque. También aves, entre ellas un par de carroñeros que indiferentes nos hacen compañía mientras subimos al Osorno. Ascendemos por sus faldas áridas y secas, regadas con las cenizas y piroplastos lanzados por la reciente erupción del Calbuco. Las vistas dobre el Tronador a la izquierda y la larga cordillera andina y sobre el lago Llanquihue son magníficas.
Por la tarde visitamos el lago Esmeralda o de Todos los Santos, conectado con Argentina mediante otros dos lagos. En su interior se encuentra el río Petrohué, conocido por los saltos de agua del mismo nombre, donde el torrente del río se desliza sobre grandes piedras negras de origen volcánico. Una marea de chilenos visita los saltos, previo pago. La visita no resulta agradable por el torrido calor de la tarde y porque hace tiempo que no ha llovido y no se aprecia como debería la dinámica del agua.
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