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Una
familia americana en los años 50. El padre, un genio de la
electrónica. La madre, una pianista frustrada que pudo haber
triunfado en las grandes salas de conciertos. Un hijo y varias hijas.
Un amigo del padre vive con la familia. Parece que la historia es una
narración de aprendizaje inspirada en la propia vida personal de
Spielberg. El hijo narrador va contando su iniciación al cine,
siempre con una cámara en mano, montando películas familiares y
luego películas de instituto con las que va aprendiendo el oficio.
La familia por necesidades de empleo del padre se va trasladando
hacia el oeste, hasta llegar a California. El cine en manos del
cineasta narrador no solo es una técnica, un oficio, sino que es un
lenguaje que capta y explica el mundo. Es en la sala de montaje de
los cortos que va rodando donde aparece la segunda historia que poco
a poco se va apoderando de la narración hasta convertirse en la
principal: entre la madre y el amigo del padre aparece una cercanía
que va más allá de la amistad. Las dos historias se van
entrelazando: mientras el chico aprende a filmar y a vivir, con los
éxitos y fracasos propios de la edad -la primera decepción amorosa;
una entrevista inesperada con John Ford-, la familia, que está
sujeta a la promoción laboral del padre para todo, entra en crisis
cuando la verdad oculta aparece y la madre, entre desgarros
emocionales que afectan a padres e hijos, decide dejarse llevar por
sus deseos para irse a vivir con el amigo del padre.
No
hay ningún aspecto en la película que no sea excelente: la
dirección de los actores, el tratamiento de la luz y la
escenografía, la reconstrucción de una familia y su medio en los
años 50, pero sobre todo el desarrollo en el montaje de las dos
historias que se van enhebrando, adquiriendo progresiva complejidad
técnica y densidad emocional. Lo que de Steven Spielberg les está
diciendo a los 'creadores' -esa es la palabra, no autores o
cineastas- de Everything, la ganadora del Oscar, es que
el dominio técnico sirve no para exhibirlo sino para contar
historias que emocionen y hagan emerger preguntas incómodas en la
mente del espectador.
El
gran problema de esta película es que lleva a lo más alto el
lenguaje clásico del cine. No imagino de qué otro modo se puede
contar lo que cuenta con el lenguaje del cine. Debe ser frustrante
para Spielberg haber hecho una película que es como una culminación
de su carrera y pasar desapercibido en los premios de los oscars, a
pesar de las muchas nominaciones. Le ha ocurrido muchas veces, casi
siempre postergado, el director de cine clásico entre los clásicos.
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