miércoles, 17 de agosto de 2022

La ilusión del tiempo

 


No soy físico para entender de que está hecho el tiempo o en qué consiste el tejido del espacio tiempo. Solo sé que he sido educado en la continuidad. Veo la reciente película inglesa Primavera en Beechwood y tanto el novelista en que se basa como la directora que la realiza trazan un arco de más de 80 años en el que la vida de la protagonista debe entenderse gracias a la narración. Cuando nos explicamos ante un auditorio, cuando reconstruimos el pasado, buscamos líneas de continuidad. Y lo mismo sucede cuando nos proyectamos, nos resulta imposible eludir la narración. Buscamos la ejemplaridad en las biografías, vidas de una pieza, incluso tratamos de situar en un contexto explicativo las discontinuidades, la rarezas, las contradicciones, las rupturas como si, por muy extrañas que parezcan, cada una tuviese su explicación en la línea del tiempo.


Convencidos de que nuestra vida puede y debe ser narrada, escarbamos en el pasado para seleccionar aquello que suponemos nos ha traído hasta aquí. Hablo con D cada vez que pasa por la ciudad, aunque mejor habría de decir escucho a D, para comprobar que siempre habla de lo mismo, un bucle del que no puede escapar. Todo para él está en el pasado, unos cuantos sucesos del pasado que sumados en tiempo de reloj serían una minúscula parte de su vida vivida. Ahora deambula por los lugares que fueron importantes en su pasado como un fantasma lleno de palabras y nombres que para otras personas no significan nada. Cuando recompone la vida de un hermano o de un hijo aparecen como derivaciones de un proyecto claro al principio, tambaleante después y frustrado al final. Narraciones que hemos proyectado los padres con respecto a nuestros hijos y que raramente se han cumplido.


Si pudiésemos desplegar ante nuestros ojos el mapa de todos los instantes de nuestra vida veríamos que la mayor parte no los ha conservado la memoria, tiempos muertos, bifurcaciones, posibilidades frustradas, líneas sin continuidad. La línea del tiempo que parece unir los instantes de nuestra vida es una ilusión forjada por la narración en la que estamos embarcados. La educación la cultura los afectos crean una atmósfera de continuidad de la que nos resulta difícil escapar. La propia visión del cuerpo que envejece parece avalar esa ilusión. Sin embargo no somos más que una configuración inestable y cambiante de materia y energía en vías de desorganización. Somos entes efímeros hijos del instante. Si fuésemos capaces de olvidar el pasado y de evitar proyectarnos en el futuro nos liberaríamos de sentimientos negativos y de la presión por desear ser lo que no podemos ser. No hay otra realidad que la de este preciso instante en el que yo escribo y tú lees.


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