domingo, 24 de julio de 2022

Zael

 

Ha sido en el desvío de la carretera provincial de Burgos a Villahoz, a un kilómetro antes de llegar a Zael. Era temprano, hacia las ocho, pues con el tórrido calor que estos días derrite el asfalto hay que aprovechar las horas tempranas para hacer ejercicio con la bici. Iba pensando en parar un momento y aliviar la vejiga, cuando he visto no muy lejos un coche que venía hacia mí. Pocos coches se me han cruzado o me han adelantado, se podrían contar con los dedos de una mano. Este iba por el medio de la muy estrecha y bacheada carretera. Pensaba, cuando ya esté cerca se apartará a su derecha. Parecía un coche viejo o de segunda mano, de un gris oscuro u oliváceo. Ya muy cerca, ha pitado con énfasis, como si yo estuviese de más en aquella carretera o quizá les divertía encontrar a alguien a aquella hora de la mañana, en domingo. Y no se ha apartado, al contrario ha invadido el escaso espacio de seguridad que necesita una bici para no generar una corriente de aire que la haga zozobrar. Del susto, apenas he podido ver a la gente que iba en el interior del coche, quizá tres, quizá cuatro jóvenes que, he supuesto después, vendrían de un after hours. Ha pasado rozándome, me podría haber arrollado o arrojado a la cuneta, un acto criminal que solo puede ser alentado por el alcohol. No he gritado ni he podido tomar nota de la matrícula, ni de la marca del coche, ni ver los rostros divertidos de los que iban dentro, tal ha sido mi sorpresa y mi zozobra.


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