Lagunas de Neila |
Somos máquinas sintientes, dijo un filósofo español del pasado siglo. Lo corroboran los neurólogos. Arriba, detrás de la frente, tenemos fábricas produciendo sustancias, o dejando de producirlas, que hacen que reaccionemos con poca intervención de nuestra voluntad. ¿Libre albedrío? Jajajá. Hormonas de felicidad las llaman: endorfinas, serotonina, dopamina, oxitocina, cortisol. Puede que sí, puede que no. La cuestión es si el cerebro es capaz de regularlas; pueden ponernos como una moto o dejarnos más solos que un zapato abandonado. Estamos a su albur. ¿Qué pasa cuando nada las regula? Pues que estamos mal. ¿Qué hacer entonces? Engañar al cerebro, hacer cosas, ocuparlo para que se vea obligado a no seguir los estímulos que ponen en marcha su química. O rezar a tu ángel de la guarda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario