lunes, 30 de mayo de 2022

Por si las voces vuelven, de Ángel Martín

 



Creo que hemos olvidado lo frágiles que somos. A medida que crecemos en tamaño nos perdemos el respeto porque físicamente somos grandes y olvidamos que lo que llevamos dentro es diminuto y si además va protegido por huesos nervios carne músculos y piel será por algo. Pero por desgracia y también por suerte las palabras no necesitan hacer ningún tipo de fuerza para clavarse dentro...

Hace falta entrenar mucho para que nada te haga daño. Ese ejercicio resulta agotador.


La carpa de la feria del libro estaba abarrotada. No sé cuánta gente podía haber, ¿un par de cientos? Otros tantos no han podido entrar. A la salida, la cola era inmensa, no he visto nada igual en la ciudad para la firma de un libro.


Ángel Martín se explica mucho mejor charlando que por escrito. Era esperable, ha hecho del monólogo cómico su profesión, por lo menos durante un tiempo. Ha contado casi lo mismo que cuenta en el libro pero con más frescura, con humor, ante un público con ganas de reír. Ha reconocido que no es un escritor, que desconoce las técnicas del gremio, pero como charlista -qué palabra tan apropiada para el caso, lástima que esté en desuso- se ha metido al público en el bolsillo. Oyéndole, parecía que no hubiese vivido un trauma, un brote psicótico, que es de lo que va el libro, sino una rica experiencia muy útil para sí y para los demás, sobre todo para quien puede pasar un mal trago parecido. Me he quedado con ganas de preguntarle, ¿Compensa tener un brote psicótico? No nos damos cuenta de cómo ha cambiado nuestra percepción en las últimas décadas. Recuerdo cuando yo era niño, en la misma ciudad, cómo familias con miembros con problemas parecidos se avergonzaban y dejaban al loco o al enfermo en casa. Tratar estos problemas como algo natural ha sido un logro de un valor incalculable. El mayor mérito del libro de Ángel Martín es contar su experiencia con naturalidad: le puede pasar a cualquiera, se puede salir de la locura y más aún, puede ser una experiencia valiosa. “Volverme loco es de lo mejor que me ha pasado en la vida”, llega a escribir.


De su experiencia ha obtenido ideas sorprendentes:


La teoría de que pasado presente y futuro no existen sino que se mantienen vivos todo el tiempo no es tan descabellada.

Haberme vuelto loco me había puesto en los morros la posibilidad de saber cuáles eran las cosas que me hacían feliz ahora y cuáles no.

Volverte loco te ha dado una ventaja fascinante sobre otros. Has aprendido a escuchar bien y de forma que otros no lo hacen.

Escuchar. Uno no debería saber lo que va a decir hasta que termina de escuchar. (Cita que toma de Cerebro de Michel Le Van Quyen).


Y un útil consejo, 


Busca algún momento de tu vida en el que te recuerdes bien. ¿Lo tienes? Pregúntale a tu yo del pasado por qué te encontrabas bien. Pregúntale cuáles eran las cosas que le hacían sentirse así. Escucha, lee con atención. No tengas prisa por escuchar todo lo que quiera recordarte. Si al fin y al cabo eres tú, ya estáis a solas, ¿no? Si cuando termine de contarte que era aquello que os hacía sentir así, trata de usar eso como primer punto de anclaje. Confía en tu instinto. 




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