Lo que percibimos no es el mundo tal como es, sino la mejor suposición del cerebro, refinado continuamente por la evidencia sensorial.
La cuestión que se plantea con la IA es si las máquinas algún día alcanzarán la inteligencia general. Hasta ahora son buenas en inteligencia específica: ordenar un almacén comercial, jugar al go o al ajedrez o, con el tiempo, llegar a conducir un coche, pero ¿lograrán una inteligencia semejante a la nuestra, o superarla? Algunos están convencidos (Ray Kurzweil llama a ese momento la singularidad y se prepara para ello, porque a sus 74 años espera verlo), otros la creen posible (el físico teórico Max Tegmark en Vida 3.0), otros, inalcanzable. Algunos hablan de sus beneficios pero también nos advierten de sus peligros, (Future of Life Institute, entre ellos Elon Musk).
Si tenemos un cerebro bayesiano, el mundo que nos ofrece es una probabilidad. De abajo arriba millones de sensaciones fluyen a través de los sentidos para conformar la percepción, la mente convierte la realidad en concepto. De arriba abajo, con base en los estímulos recibidos y la memoria, el cerebro nos muestra la probabilidad de lo que tenemos delante, entonces decidimos si esa probabilidad se ajusta a lo que experimentamos observando el contexto (casi todo sucede a nivel inconsciente). El asunto es si todas las experiencias humanas son computables. Hay quienes opinan que hay millones de acciones, deducciones, ideas, pensamientos, conceptos que se afinan mediante el contexto y que no son trasladables a una máquina, que es imposible que una IA pueda entender cosas que para nosotros son inmediatas.
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