martes, 1 de marzo de 2022

La ansiedad climática en el origen de la guerra

 

Bomba termobárica (prohibida)


Los números cuentan mejor la historia. En 2016, el 30 por ciento del gas natural consumido por la Unión Europea provino de Rusia. En 2018, esa cifra saltó al 40 por ciento. Para 2020, era casi el 44 % y, a principios de 2021, era casi el 47 %”. Michael Shellenberger. The West’s Green Delusions Empowered Putin.


Cerramos las centrales nucleares por las sostenidas campañas de los activistas pagados por Gazprom - cada vez tenemos más evidencias -: nos convencieron de su peligro (todos aceptamos ese mito; en cada aldea de Castilla había un grupo antifracking), cuando a pocos kms teníamos las nucleares francesas y un poco más lejos el botón nuclear de Putin. Convertimos en santa a una ‘encantadora’ adolescente, siguiendo la tradición que los niños aprenden en los cuentos. El caso alemán es paradigmático. Tras el mito de la adolescente nórdica, el mito de Merkel: en perspectiva ha contribuido como nadie a la engañifa. Los oligarcas rusos saben que la mente occidental vive de mitos: han regado con dinero -lo seguirán haciendo hasta que se sequen sus fuentes- a los contadores de cuentos.


Putin lo logró. Sabedor de la ansiedad climática europea se convirtió en el mago energético: podía abrir y cerrar el grifo, incluso se puso a producir energía nuclear mientras Alemania cerraba sus centrales (tres el pasado año, tres en este, si Olaf Scholz no lo remedia). De qué ha servido todo el derroche económico, político y psicológico del Climate Change, la enorme espada de Damocles que hemos aceptado como real, si ahora Putin aprieta el botón. Y aunque no lo hiciera: ¿cuántos años de privaciones energéticas se llevará por delante el CO² que emitirá la guerra de Putin? Vivimos de mitos: unos positivos, el que ahora mismo nace y da valor a los bravos ucranianos, otros delirantes que cuestan vidas: el que la posmodernidad ha ido inyectando en estos años. Este mito nos debilitó. La extinción diferida con que nos amenazaban los activistas es una extinción real e inmediata en manos del Putin de hoy.




Míralo está tan enamorado de su discurso que está ciego. Ciego a la masacre, ciego a la enorme columna que avanza para destruir y matar. Tan encerrado en su burbuja de bondad que no ve que alguien invade y masacra a quien estaba tranquilo en su casa sin hacer mal alguno.

El derrotismo no salva vidas, mata.


"Cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino mucho más débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de los conflictos, nadie puede poner en pie de igualdad al agredido y al agresor". Borrell en el Parlamento europeo.




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