sábado, 11 de diciembre de 2021

Héroes anónimos

 

Cada día nos presenta el periódico dos o tres héroes que no lo son, cada día en adquirida y relajada costumbre contribuye a degradar y ensuciar la figura heroica. Alguien que saca una gran tajada de su ‘heroísmo’ (un Messi, un Ronaldo) no es de ningún modo un héroe, como tampoco lo es quien cumple con lo que de él se espera en su trabajo, un médico, una enfermera durante la pandemia, un policía, un bombero, son buenos bomberos o policías o inmejorables enfermeras o médicos pero no pueden ser héroes porque hacen lo que se espera de ellos, en todo caso si cumplen mal con lo que la sociedad les encarga y por lo que les paga serán malos bomberos o peores médicos, como tampoco es héroe quien va a favor de la corriente y la refuerza, espera y obtiene el aplauso y es recompensado, los que arrastran multitudes y las llevan por donde quieren no son héroes sino a menudo demonios. 


Probablemente, héroe es la palabra más putrefacta por lo que se ha abusado de ella: de Stalin o de Mao se dijo que eran héroes cuando son asesinos de multitudes. El verdadero heroísmo no se percibe de inmediato, más bien se opone a la atmósfera dominante, no obtiene beneficios sino pérdidas, pierde su hacienda el héroe y a veces su propia vida y es así porque la multitud y el poder o la multitud guiada por las consignas del poder se le echa encima y lo destruye y no obtiene amparo. La mayoría de los héroes se pierden en el anonimato después de haber sido perseguidos o muertos. Hoy podríamos ir a buscarlos a Birmania o a Afganistán o a Venezuela, incluso en la Arabia de los árabes: allí desconocidos alzan su dignidad solitaria frente al poder tirano, sin cámaras delante. Su heroísmo es un gesto que no conduce a nada, no tiene recompensa, es pronto olvidado si alguna vez alguien lo ha retenido en la memoria, un gesto que solo le vale a quien lo hace y por un breve tiempo antes de caer en el olvido, en la miseria o en la muerte. Hay muchos más héroes que los que nos presenta cada día el periódico, pero son anónimos y nunca saldrán en sus páginas: no recibirán una llamada de Estocolmo, tampoco de la princesa de Asturias, nadie hará una película sobre ellos ni siquiera un triste reportaje. 


Cerca de nosotros, Puigdemont no es un héroe como algunos lo proclaman sino un fantoche engreído que ha hecho de su fantasía heroica una forma de vida, tampoco los golpistas del 27 de octubre de 2017, a pesar de estar unos días en la mullida cárcel lo son, y menos aún los asesinos de ETA que han cumplido condena y vuelven a su pueblo entre bailes y antorchas: esa forma perversa de nuestro tiempo de llamar héroes a los asesinos. Pero los hay, los tenemos, son anónimos como los héroes verdaderos: pierden sus negocios, una multitud se congrega delante de su casa para insultarlos, han de huir del lugar donde vivían para que sus hijos tengan amigos buenos y puedan ganarse la vida honradamente, lejos de los que gozan señalando, pintando puertas, arrojándoles palabras de odio, héroes anónimos, hasta que para hacerles el mayor mal alguien, una mano sucia, pone sus datos al alcance de cualquiera.






No hay comentarios: