“Lo que tenemos hoy es el público que se crio con los jodidos teléfonos móviles. Los millennials no quieren que se les enseñe nada a menos que se lo digan en el teléfono móvil. Es algo muy amplío, pero creo que estamos lidiando ahora mismo con Facebook. Estamos en una mala dirección que ha llevado a darle el tiempo de confianza errónea a esta última generación”.
Probablemente Ridley Scott tenga razón. Qué saben los jóvenes de historia, qué saben de cine clásico, qué saben de narraciones largas contadas siguiendo un patrón. La digitalización, la urgencia, la brevedad, lo instantáneo, la inmediatez están cambiando la perspectiva sobre las cosas. Puede que cuando crezcan echen en falta el viejo modo de contar. Yo creo, en contra de la opinión de muchos críticos, que El último duelo es una gran película. Y lo es por muchos motivos: nos muestra una Edad Media muy distinta de la que ofrecen las series que la han tomado como decorado. Aquella época era distinta, pero también semejante a la nuestra, la tecnología era diferente pero nuestra psique no ha cambiado tanto. Vivimos de forma más confortable, nos hacemos menos daño, pero al hablar de los sentimientos de entonces -el amor, la amistad, el honor, la fidelidad, la traición- podemos ver reflejados los nuestros, que es lo que buscan hacer guionistas y actores. Porque lo que se cuenta forma parte de las historias que sieguen entreteniéndonos y preocupándonos: amor, pasión, celos, sexo violento y petición de justicia. Cambia, como digo, el decorado: en vez de jueces terrenales se le pide a Dios que juzgue en el juicio de Dios que eran entonces los duelos. Y, como ahora, no todo el mundo estaba de acuerdo con el tribunal y su sentencia.
La peli es larga (152’) pero está tan bien medida, tan magníficamente interpretada -qué gran descubrimiento Jodie Comer, y que convincente el papel repelente de Ben Affleck-, con una escenografía típica del director: campos embarrados, atmósfera sombría y el cuidado detalle de cada plano, que la atención no desfallece. Scott quiere darnos una narración de estilo clásico, y aunque, por ponerle una pega, la división en tres partes o capítulos para ofrecer la perspectiva de los tres protagonistas, el marido ofendido, la dama violada y el violador, no añade una sustancial diferencia, en el conjunto y sobre todo en el duelo final lo consigue. Los que se la perdieron en el cine pueden verla en Disney por streaming.
No hay comentarios:
Publicar un comentario