viernes, 17 de diciembre de 2021

El hombre del frac

 


¿Son imbéciles los ciudadanos de Catalunya o la parte mayoritaria de los ciudadanos de Cataluña? A esa idea parecen haber llegado -y actuado en consecuencia-, durante años los líderes nacionalistas, puesto que les han tomado por el pito del sereno y no reaccionaban, esos líderes que no quieren para sus hijos lo que exigen a todos los demás. Pero también, lo más sangrante, el PSC lo ha creído así, puesto que, salvo el momento Cs ya pasado, ha sido votado una y otra vez por sus desatendidos, a pesar de pactar con los nacionalistas, a pesar de ser el partido que junto al PSUC inició la inmersión lingüística, inmersión que ha condenado a una parte de los hijos de los castellanohablantes a una educación inferior y al fracaso escolar. (No menciono a los herederos del PSUC, a los Comuns, pues de nada sirve preguntarse de qué sirven, en qué ha cambiado la política bajo su administración, si han hecho algo en beneficio de los humildes durante los años Ada Colau, porque su población de votantes seguirá cautiva pase lo que pase).


¿Seguirán los ciudadanos impasibles ante los nuevos engaños: la burla de la atención personalizada que proponen de dos maestros por aula como respuesta a la obligación del 25 % -un maestro en la pizarra hablando en catalán, el otro echando el aliento castellano en el pupitre al alumno cuyos padres han pedido la aplicación de la norma-, con tal de no hacer la clase en castellano; Illa clamando contra el uso político de la lengua cuando la lengua ha sido durante décadas el instrumento de chantaje político por excelencia: ‘sin la preeminencia del catalán no hay cohesión social’, sin el catalán vehicular se crean dos comunidades separadas?


El PSC ha cumplido una función delegada en la política catalana, la de ser el hombre del frac del nacionalismo: ‘Paga y calla, acepta e intégrate’, les dice a sus votantes, ‘si no serás culpable de la división de Catalunya en dos comunidades, culpable de que no haya paz social’. A cambio, ¿qué se le ofrece al ciudadano ejemplar -atemorizado en realidad- que acepta un contrato tan desigual? Se le ofrece ser ciudadano de segunda: una roma carrera académica que conlleva no acceder a puestos de responsabilidad en la administración y en las empresas públicas, una vida incompleta y subsidiada.



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