lunes, 13 de diciembre de 2021

Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez

 



"No sé quién fue, pero alguien, quizá fue Henry James o quizá no, dijo que hay dos tipos de personas en el mundo: los que al ver sufrir a otro piensan: Esto podría ocurrirme a mí, y los que piensan: Esto nunca me ocurrirá a mí. El primer tipo de persona nos ayuda a sobrevivir, el segundo tipo hace que la vida sea un infierno”.


Leer a la par a Simone Weil y a Sigrid Nunez, sumergirse en su atroz pesimismo, dos épocas ¿tan diferentes, tan semejantes? Roberto Calasso rescató en un extraordinario libro, El cazador celeste, la desazón corporal y espiritual que muchos sintieron, en los años 30, intuyendo la catástrofe que se avecinaba. También ahora muchos lo hacen. La diferencia es que entonces no se profetizaba el fin de los tiempos. Simone Weil distinguía entre la catástrofe temporal y la esperanza en trascenderla. De hecho, después de Hitler y Stalin, hemos tenido las mejores décadas de la vida del hombre sobre la tierra. Aunque algunos lamentan que el bienestar solo haya sido material. Las amenazas de nuestra época son de otro tipo. Simone Weil era una filósofa comprometida con el devenir del hombre, Nunez es una novelista terrenal.


En Cuál es tu tormento, frase que recoge la preocupación de Simone Weil por el otro sufriente, no hay pie para la esperanza trascendente. Sólo es una novela sintomática de este tiempo. Nada sucede a la enfermedad, al dolor y a la muerte, un pensamiento que nace en quien avizora la tumba o las cenizas en las que uno se ha de convertir. Los personajes de Nunez, que uno intuye transcripciones de sus estados de ánimo, son personajes terminales: una amiga con un cáncer incurable le pide a la narradora que le acompañe en los preparativos para darse muerte; la propia narradora ve la vida en pasado: lamenta que nada quede de los sentimientos que una vez albergó hacia otras personas, nada de amor, nada de amistad hacia quien alguna vez fueron compañeros vitales o carnales; un ex, con quien la narradora conversa, con un pesimismo sin esperanza sobre el destino de la humanidad. Sigrid Nunez introduce distintas historias, al modo de la narradora de Rachel Cusk, que va pespunteando con ráfagas de humor, a menudo un humor que se hiela en los labios, hasta que la narración se va centrando en la conversación que mantienen las dos amigas en distintos lugares mientras llega el final.


No es Nunez la única pesimista sobre el discurrir del hombre sobre la tierra, lo es el tiempo que nos ha tocado en suerte. Si uno quiere tomarse unas dosis de optimismo tiene que recurrir a tecnólogos y algunos científicos. Puede que el actual pesimismo tenga que ver con la incomprensión de la edad, con un salto generacional que nos impide gozar de los chutes tecnológicos, pero aunque desdeñásemos las señales de la naturaleza relacionadas con el clima, la extinción de formas de vida o las amenazas de procesos incontrolables (IA, pandemias), por no hablar de la ceguera de la mayoría que prefiere poner en tiempos de crisis al mando a los malos y a los torpes (hacia cualquier lugar que miremos el panorama es desolador: China, Rusia, EE UU, aquí mismo), la pregunta importante sigue ahí, para qué, hacia dónde nos lleva el progreso tecnológico. Además, como agravante, nunca la humanidad ha puesto sobre la tierra a tantos hombres, a tantos infelices.


Leyendo este libro tienes la impresión de que estás participando en una conversación sin destino: la fugacidad del amor y de los sentimientos, la fragilidad de la memoria, la inminencia de la muerte a causa del cáncer, la amenaza de la desaparición de la especie como consecuencia de la degradación del medio ambiente, la vejez, la soledad, la eutanasia, aliviada con algunos momentos cómicos. Al comienzo de la novela un conferenciante, que resulta ser el ex de la narradora, sugiere a sus oyentes no reproducirse más ante el anunciado colapso climático, aceptar la devastación y amarnos y perdonarnos los unos a otros lo mejor que podamos. Y aprender a decir adiós. La novela es un ensayo de cómo prepararnos para el fin de cada uno de nosotros y de la especie. Arropémonos los unos a los otros para pasar el mal trance, viene a decirnos.


Roberto Calasso tras reflejar la desesperanza de los intelectuales europeos de entreguerras escudriñaba en los libros sagrados de los Vedas para poner su esperanza en la sabiduría oriental. Simone Weil la buscó en la Iliada y en el Evangelio. ¿Y ahora? Sigrid Nunez se conforma con consuelo, compasión y compañía. Del mismo modo que un recién nacido viene con el calor de la madre, la autora parece recomendarnos que busquemos compañía y que la demos a quienes se están despidiendo de este mundo.


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