jueves, 1 de octubre de 2020

SARS-CoV-1

 



En el mercado Chatou, de Cantón, por ejemplo, había visto cigüeñas, gaviotas, garzas, grullas, ciervos, caimanes, cocodrilos, jabalíes, perros mapache, ardillas voladoras, varios tipos de serpientes y tortugas, varios tipos de rana, así como perros y gatos domésticos, todos en venta para comer. No había civetas, que él se hubiese fijado; ya debían de haberlas demonizado y repudiado. La lista que desglosó era solo una mera selección, de memoria y a partir de una discreta inspección personal, de lo que los mercados de alimentos ofrecían entonces. También podían comprarse gatos de Bengala, muntiacos de Reeves, comadrejas siberianas, tejones comunes, ratas del bambú chinas, lagartos mariposa y sapos locales, además de una larga lista de otros reptiles, anfibios y mamíferos, incluidos dos tipos de murciélagos de la fruta. Un menú la mar de epicúreo. Y, por supuesto, también aves, como garzas bueyeras, espátulas, cormoranes, urracas, una amplia selección de patos, gansos, faisanes, tórtolas, caradrinos, rálidos, gallinetas, gallaretas, escolopácidos, arrendajos, así como varios tipos de córvidos. Un colega chino de Aleksei que venía con nosotros me comentó que el comercio con aves y murciélagos viene acompañado de un dicho que reza así: «La gente del sur de China se come cualquier cosa que surque el cielo excepto un avión». Él era del norte”. (David Qammen, Contagio)



En febrero de 2003, en Vietnam, China, Canadá y Filipinas, se desataron una serie de brotes de un síndrome respiratorio agudo severo (SARS), una neumonía atípica cuya causa se desconocía. Dos aspectos llamaron la atención, su alto grado de infecciosidad, sobre todo en centros sanitarios, y su letalidad. El germen voló sin problemas de Hong Kong hasta Toronto y de Toronto a Luzón. La infección inicial había tenido lugar en Cantón y allí se produjo el hecho del primer supercontagiador, Zhou, un pescadero, que en un hospital infectó al menos a 30 trabajadores sanitarios, a otros cinco en la ambulancia que le trasladaba a otro hospital especializado, dónde infectó a 23 médicos y enfermeros más, y a 19 miembros de su propia familia. Acabó siendo conocido como el rey veneno. Increíblemente sobrevivió, no así muchos de los infectados por él. Uno de ellos, médico cantones, trasladó la enfermedad también como supercontagiador a Hong Kong, dónde contagio a 17 huéspedes de un hotel. Uno de ellos, una abuela de 78 años, llevó el germen a Toronto convirtiendo al SARS en enfermedad de global.


Ya en noviembre de 2002, un hombre de 46 años había caído enfermo en el área de Cantón con fiebre y dificultades respiratorias. Fue el primer caso de esta nueva amenaza. De ahí se extendió a Hong Kong. Neumonía atípica pero anómala, virulenta y aterradora. Las autoridades chinas no avisaron hasta más tarde, antes de que la OMS declarase la emergencia global el SARS. En 1997 ya había habido un brote de gripe aviar en Hong Kong, 18 personas se contagiaron a partir de aves de corral, 6 personas murieron. Las autoridades cerraron los mercados de aves y sacrificaron un millón y medio de aves. El contagio se transmitía de ave a humano y no de humano a humano. En 2003 se pensó que el SARS podría deberse al H5 N1, el virus causante de la gripe aviar pero fue una pista falsa. Los científicos estaban desconcertados, ¿Cuál era el agente causante? ¿Peste, fiebre maculosa, legionelosis, tifus, bacterias, gripe estacional, hantavirus? En todo caso, no respondía a los antibióticos.


El problema de la búsqueda a través de PCR de fragmentos de ADN o ARN junto con los ensayos moleculares para detectar anticuerpos es que se busca algo conocido o que se parezca a ello. Encontrar un patógeno nuevo es difícil. Había que volver a los métodos antiguos, poner los microbios en un cultivo celular y verlos en microscopio. Por fin en un cultivo de células, en Hong Kong, mediante microscopio electrónico, pudieron verse imágenes de unas partículas víricas de forma redondeada cada una de ellas envuelta por una corona de espigas. Un coronavirus. El virus se conoce desde entonces como el coronavirus del SARS o SARS-CoV, el primer coronavirus causante de enfermedades graves en el ser humano, aunque ya se conocían otros causantes del resfriado común y presentes en enfermedades animales. ¿De dónde procedía, cuáles son sus huéspedes naturales? Se halló que la civeta era reservorio del SARS y que por tanto era una enfermedad zoonótica. “La carne de sabores silvestres estaba de moda en los mercados del sur de China”, escribe Qammen. Los mercados al aire libre, como los de Chatou, proporcionaban un medio para que los coronavirus como el del SARS se transmitiesen a nuevos huéspedes, incluidos humanos. Al final hubo 8.098 infectados de los cuales 774 murieron. Pero el SARS no se había ido, solo estaba escondido, podía volver.


Cuando en mayo de 2003 los habitantes de Hong Kong supieron que el SARS se contagiaba de persona a persona a través de emisiones respiratorias no solo por fluidos y carne de animales salvajes, el gobierno de Hong Kong distribuyo 7,4 millones de mascarillas a los colegios, al personal médico y a los trabajadores sanitarios. Hubo una gran demanda.


Por fin, en 2005, se publicó que en los murciélagos de herradura se había detectado una elevada presencia de anticuerpos contra un virus similar al del SARS. Según las muestras fecales de los murciélagos el virus tenía una gran diversidad genética frente a la simple del virus humano del SARS-CoV, eso significaba qué el murciélago era el reservorio natural desde hacía mucho tiempo del virus y que durante el brote 2003 las civetas u otra especie animal habían sido un huésped amplificador no un huésped reservorio.


Concluye David Qammen su relato sobre el SARS-CoV de 2003 que cuando se analiza lo que ocurrió la conclusión es que la humanidad salió bastante airosa. Entre las razones para que fuera así la buena suerte no fue la menos importante. Fue una epidemia no una pandemia. El otro factor importante fue que los síntomas, como el dolor de cabeza y la fiebre y malestar, precedieron al contagio al contrario de lo que sucede con la gripe y con el actual SARS-CoV 2. Ahora tenemos un periodo de infectividad elevada antes de que aparezca los síntomas. "Se trata de un patrón perverso, ya que el aviso viene después del peligro... La propagación del germen por delante de la sensación de alarma". Eso ya había sucedido en la mortalidad de la gripe de 1918-19.


Es posible que esa historia mucho más oscura se acabe contando, probablemente no con este virus como protagonista, sino con otro distinto. Es de suponer que, cuando llegue la próxima gran pandemia, es probable que se conforme a ese mismo y perverso patrón, el de la elevada infectividad antes de los síntomas notables, que la ayudará a moverse entre ciudades y aeropuertos como un ángel de la muerte”. Esto lo escribía David Qammen en Contagio, en 2012.


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